22/11/2020 / Exitosa Noticias / Columnistas / Actualizado al 09/01/2023
Se va acabando un año que definitivamente no podrá ser borrado con facilidad de la mente de los peruanos. El 2020 no solo será recordado por el terrible Coronavirus, sino por las revueltas sociales que nos llevaron a tener durante un mismo año, tres presidentes de la República.
Como ya han dicho muchos: “Solo en el Perú”. Pero, lo que nos lleva a analizar este escenario es procurar profundizar un poco más allá de lo que hoy se considera la Generación del Bicentenario. Una generación que al parecer le ha dicho basta a un virus que mata más que la COVID, un virus que vive enraizado en nuestra actual clase política, un virus que se encuentra en el ADN de buena parte de nuestras autoridades: La corrupción. Y sobre ello, hay mucho que decir.
Lo primero que veo es que nuestra juventud está viva, muy viva y activa. Se ha hablado hasta el cansancio sobre cómo la clase política peruana ha perdido contacto con la realidad ciudadana y ello es absolutamente cierto, pero dentro de la ciudadanía existe una generación que no solo ha sido abandonada, sino que no ha sido tomada en cuenta. Ha sido ignorada por completo.
Y doy un ejemplo: Si yo tuviera 20 o 25 años y me he esforzado por estudiar una carrera universitaria o técnica y salgo a buscar trabajo, en primer lugar me van a exigir mi CV y dependiendo del mismo, salvo que me pidan X años de experiencia laboral, podré recibir un sueldo mensual de -y con mucha suerte entre 1,300 a 3,500 soles y solo en algunos casos y dependiendo de una serie de factores extraordinarios, podré aspirar a ganar entre 5 a 6 mil soles mensuales.
Entonces pregunto: ¿Cómo no se van a enfurecer?, si para ser congresista, prácticamente no debes cumplir ningún requisito, no tienes por qué haber estudiado nada, no tienes que demostrar capacidad en nada y de la nada puedes ganar 15,600 soles más 7 mil y tantos por función congresal y entre viáticos y demás puedes llegar a percibir más de 35,000 soles por mes.
Pero, eso no es todo porque si, además, le sumamos la incapacidad, la falta de gestión y la percepción de corrupción de los congresistas... tienen todo el derecho a estar indignados.
Esta primera gran enseñanza de la que nadie habla debe cambiar en el próximo Congreso. Los futuros congresistas deberán demostrar capacidad acreditada, logros verdaderos; solo así la juventud podrá sentir o, mejor dicho, podrá percibir que algo comienza a cambiar.
En conclusión, el descontento no tiene nombres o apellidos, tiene como origen una forma de hacer y ejercer la política que es indispensable desterrar, ya que ser congresista o presidente es firmar una especie de contrato de trabajo con el Perú.
Se debe recuperar la confianza de los ciudadanos... pero, por sobre todas las cosas, se debe recuperar la confianza de la juventud, porque es ahí donde se encuentra el futuro del país.
Trabajemos por el Perú, pero trabajemos de verdad.