OPINIÓN | Eduardo González Viaña: "La otra pandemia"
“El hombre no está hecho para ser derrotado. Un hombre puede ser destruido, pero nunca derrotado”.
No recuerdo en qué página de “El Viejo y el mar” leí esta frase, pero ella llega hasta mí cada vez que la vida me presenta algo muy duro. En este caso, la presencia de la pandemia y la de otra enfermedad, propiciada por algunos, el miedo.
Entre hombres sanos de espíritu, este cataclismo sería visto como algo terrible, pero superable. Peores épocas ha vivido la humanidad y siempre nuestra especie superó el obstáculo. Sin embargo, la enfermedad de hoy no es tan solo la originada por un virus. Es la otra, la que nos quieren imponer algunos torpes políticos y manipuladores de la opinión pública.
Hace solo tres semanas, cuando la vacuna ya estaba siendo aplicada en otros lugares del mundo y cuando las incidencias habían declinado a una “meseta muy baja”, la ministra de salud salió a decir que enero no era la más terrible, y que después vendrían febrero y marzo.
¿Qué es la ministra? ¿Una pitonisa?
Nadie, absolutamente nadie puede profetizar las incidencias de esa desgracia, ni hablar de segunda, tercera y más olas a menos que tenga los dotes de la profecía.
Se puede y se debe recordar que los días festivos de Navidad y año nuevo significaron un cierto relajo culpable y que ahora estamos pagando, pero no se puede decir lo que vendrá, por lo menos en esos términos, sino lo que puede ocurrir si no nos cuidamos.
Acudir a la metáfora de “segunda ola” es fácil, pero sumamente peligroso. A la gente común y corriente, una ola le hace pensar en el mar, y el mar viene, aunque nos cuidemos o no lo hagamos.
En la reclusión que vivimos la mayoría, el teléfono nos trae la voz angustiada de personas que han comenzado a padecer síntomas de ansiedad, de miedo y de frustración que los hará candidatos más expuestos a la enfermedad.
Desde que se inició esta situación, he propuesto a mis amigos releer “Cien años de soledad”. García Márquez describe la epidemia del olvido que se cierne sobre Macondo. Pero entonces José Arcadio Buendía se sobrepone y representa a toda la humanidad cuando va al corral y pone letreros sobre los animales y las plantas. Por fin, sus últimos dos carteles dicen: Uno, esto es Macondo y dos, Dios existe.
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