17/12/2020 / Exitosa Noticias / Columnistas / Actualizado al 09/01/2023
Por duro que parezca, esta va a ser la frase más utilizada este fin de año. Las razones son obvias para algunos, pero no para todos.
El afán de consumo navideño le ha ganado al miedo a estar conectado a un respirador, incluso a perder la vida. Los mercados están atiborrados de gente que circula sin mascarilla, donde compradores y vendedores intercambian dinero y virus en cuestión de segundos, presagiando un rebrote masivo de contagios. Enero 2021 nos deberá dar cifras con las consecuencias de las fiestas de fin de año. Pero, una cosa es la inconsciencia de la gente, otra es la parsimonia y lentitud del gobierno de Francisco Sagasti, un mes después de haber asumido el cargo.
Al parecer el presidente se tomó muy a la letra eso de encabezar un “gobierno de transición”. Al punto que no se le ve, no instruye, no dirige, ya no habla ni menos declama. Al fin y al cabo, no gobierna. Y no se podrá quejar. Atrás quedaron las críticas del Congreso el cual, cansado de tanta vacancia, adormecido por las fiestas de fin de año y con elecciones generales a menos de cuatro meses, evita causar otro traumatismo político. Atrás también quedaron los epidemiólogos de la virtualidad. Aquellos que criticaban irresponsablemente las medidas sanitarias, con la monserga que el índice de mortalidad del virus era solo 3%, o que más letal era el dengue. Cierto todo esto, pero dicho con la clara intención de minimizar el impacto del Covid-19.
Porque el manejo de la pandemia va de mal en peor. Ahora ya la esperada “nueva normalidad” ha dado paso a la anormalidad de siempre. Han aumentado el aforo, la temperatura ya no se mide, hemos pasado del alcohol metílico al etílico, la inmovilización desaparece poco a poco y, plazas y playas se atiborran de gente. Se olvidaron de los fallecidos, de los que aún siguen en las unidades de cuidados intensivos, de los que todavía buscan balones de oxígeno y, sobre todo, que ya no hay vacuna. En suma, aquí nunca pasó nada.
Se debería informar al presidente que el Perú por su historia, geografía y multiculturalidad no admite medias tintas. El liderazgo debe ser claro y afirmado con presencia, visión y objetivos concretos. Porque se podría pensar que hasta se equivocó de país. De seguir así, lo único que nos quedará de su paso por el gobierno, será el color morado de su corbata, como para no olvidar de encomendarnos al Señor de los Milagros.