OPINIÓN | Carlos Jaico: "Elogio de la lectura"
Tiempos de pandemia obligan, nuevamente se ha decretado la cuarentena a los que estamos regresando al Perú. Me enteré de la noticia justo esperando el tren en la ciudad de Friburgo para ir a Zúrich. De inmediato busqué una librería en la misma estación porque, aparte de trabajar, ¿qué podría sostenernos humanamente durante este tiempo si no es la lectura? Es que la primera inmovilización de marzo 2020 nos tomó por sorpresa. Se pensó en los víveres, pero no en alimentar el alma durante ese tiempo.
Pero esta vez no sería lo mismo y pude encontrar un par de libros adecuados; La tierra prometida de Barack Obama y The 10 Rules of Successful Nations de Ruchir Sharma. Al comprarlos me preguntaba, si este impulso literario no era únicamente como para buscar compañía durante este tiempo. Muy por el contrario, me dije que la soledad no existe para quien tiene el alma llena de lectura. Pero también podía satisfacer esta necesidad de leer a través de la lectura virtual.
Llegué a la conclusión que no. Y es que leer un libro es acariciar sus páginas cual pétalos de rosa, escribir cuidadosamente al margen, resaltar o subrayar una frase, hacer notas suplementarias al pie, o preguntas y comentarios que algún día haremos al escritor; sentir su textura, su fragancia, como cuando de niño entraba a la biblioteca municipal de mi natal Chimbote. De pasar allí mis tardes, aprendí a viajar y conocer el Perú con José María Arguedas, el valor de la amistad con Abraham Valdelomar, a no discriminar con César Vallejo o que el mundo era ancho y ajeno con Ciro Alegría. Se sumaron las enseñanzas de vida con Saint-Exupery, los viajes alrededor del mundo con Julio Verne, las moralejas de La Fontaine o que la venganza no te lleva a nada y el perdón sana con Alexandre Dumas. Esto sin olvidar a Miguel de Cervantes Saavedra, quien pregonaba en El Quijote que “mis intenciones siempre las enderezo a buenos fines, que son de hacer bien a todos y mal a ninguno”. Luego vendrían las lecturas universitarias y sus clásicos que, hasta el día de hoy, prestos acompañan viajes, tertulias y reflexiones.
Porque un libro nos invita a pensar, siempre será el punto de partida de los espíritus libres, originales, críticos y exigentes. Y es que la lectura nos hace grandes, con cada palabra, con cada renglón, con cada página; al visitar y degustar la sabiduría de la humanidad.