02/03/2022 / Exitosa Noticias / Edic. impresa / Actualizado al 09/01/2023
Acabo de escuchar un discurso de Putin, el ex agente de la KGB que gobierna Rusia. Nunca lo vi tan emocionado ni hablar tan largo. Una gran excepción en un líder caracterizado por la mirada glacial y la sonrisa a media caña que caracteriza a los es espías... y a los Ternas, cuando cumplen su misión.
Putin acaba de dar un golpe sorpresa al anexar dos provincias separatistas, llenas de rusos, llevados como Mitimaes por Josef Stalin. Allí se habla ruso, se piensa en ruso y se vive como ruso, son admiradores de Putin y odian a los ucranianos.
Putin dijo mucho en sus discursos mientras sus tropas invadían Ucrania. Una narrativa relatando el origen histórico ruso de Ucrania, señalando que el país era una creación de los bolcheviques y que carecía de personería e historia para ser una nación. “Siempre ha sido parte de Rusia”, sentenció.
Aunque sus palabras agraden a un sector de rusos, que siguen los amagos de la guerra, el jefe del Kremlin refuerza el mensaje extremista de la “Gran Rusia”, cargado de onda retro para recrear un nuevo imperio ruso en Asia Central. Un riesgo para EEUU y la UE, pero que logra adhesión de los nacionalistas de todo el mundo, galvanizando ideológicamente a conservadores como Trump, Dominique Le Pen (líder de la derecha francesa), y otros.
Y obviamente, el odio de los pacifistas y todos los que no creen en el camino de invadir naciones violando la ley internacional. Al reconocer políticamente dos territorios separatistas antes de invadir Ucrania, Putin pone contra las cuerdas a los aliados de EEUU y la UE que observan -con estupor- que el líder ruso los obliga a jugar una pelea de Judo con tanques y misiles.
Putin ha jugado su último jaque. Su mate será la fiera resistencia de los soldados y civiles armados de Ucrania. Que pueden convertir el conflicto en otro Afganistán, país del que los rusos salieron después de diez años de palizas.
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