OPINIÓN | Dennis Falvy: La teoría de las ventanas rotas
La crisis que vive el país con manifiestos actos vandálicos, delincuenciales y de corrupción y encima soslayando la responsabilidad directa de sus actores con la impunidad, está conduciendo a una mayor descomposición del comportamiento social que llevará a una permanente insatisfacción.
Por ello, traigo a colación la “Teoría de las ventanas rotas”, de Philip Zimbardo, en que demuestra que dependiendo de la actitud que se adopte a nivel personal o institucional, la indiferencia será la causa de la expansión del daño y una actitud proactiva de saneamiento la que nos llevará a una reparación colectiva de comportamiento. Philip George Zimbardo es un psicólogo, investigador del comportamiento.
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Fue presidente de la Asociación Norteamericana de Psicología en el año 2002 y son célebres, tanto en el mundo académico como fuera de él, sus trabajos en psicología social, especialmente el célebre experimento de la cárcel de Stanford y su famosa “Teoría de las ventanas rotas”, efectuada en un barrio de poco nivel y otro de alto nivel con 2 autos idénticos. Creo el tema en el año 1969 en la Universidad de Stanford, realizando un experimento que luego fue comentario en el mundo entero. Dejó dos autos abandonados en la calle, idénticos.
Uno lo dejó en el Bronx, una zona pobre y conflictiva de Nueva York, y el otro en Palo Alto, una zona rica y tranquila de California. Resultó que el auto abandonado en el Bronx comenzó a ser vandalizado en pocas horas. Perdió las llantas, el motor, los espejos, la radio, etc. Todo lo aprovechable se lo llevaron, y lo que no lo destruyeron. En cambio el auto abandonado en Palo Alto se mantuvo intacto.
RELACIONES SOCIALES
Cuando el vehículo del Bronx ya estaba deshecho y el de Palo Alto llevaba una semana impecable, los investigadores rompieron un vidrio del automóvil de Palo Alto. El resultado fue que se desató el mismo proceso que en el Bronx, y el robo, la violencia y el vandalismo redujeron el vehículo al mismo estado que el del barrio pobre.
No se trataba entonces de pobreza. Evidentemente era algo que tenía que ver con la psicología humana y con las relaciones sociales. Un vidrio roto en un auto abandonado transmite una idea de deterioro, de desinterés, de despreocupación que va rompiendo códigos de convivencia, como de ausencia de ley, de normas, de reglas, como que vale todo. Cada nuevo ataque que sufre el auto reafirma y multiplica esa idea, hasta que la escalada de actos cada vez peores se vuelve incontenible, desembocando en una violencia irracional.
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En experimentos posteriores James Q. Wilson y George Kelling desarrollaron la 'Teoría de las ventanas rotas', la que desde un punto de vista criminológico concluye que el delito es mayor en las zonas donde el descuido, la suciedad, el desorden y el maltrato son mayores. Si se rompe un vidrio de una ventana de un edificio y nadie lo repara, pronto estarán rotos todos los demás.
Si una comunidad exhibe signos de deterioro y esto parece no importarle a nadie, entonces allí se generará el delito. La “Teoría de las ventanas rotas” fue aplicada por primera vez a mediados de la década de los 80 en el Metro de Nueva York, el cual se había convertido en el punto más peligroso de la ciudad. Se comenzó por combatir las pequeñas transgresiones: graffitis deteriorando el lugar, suciedad de las estaciones, ebriedad entre el público, evasiones del pago del pasaje, pequeños robos y desórdenes.
Los resultados fueron evidentes. Comenzando por lo pequeño se logró hacer del Metro un lugar seguro. Mucho de esto nos está pasando en el Perú y no sólo con su economía de corrupción. Las ventanas de Palacio de Gobierno han estado rotas por demasiado tiempo y ello parece haberse extendido a una casa de Breña, al sector minero, y a otros lugares que pisa cotidianamente el señor Pedro Castillo.
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