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OPINIÓN | Carlos Jaico: Las ovejas de Panurgo

No te pierdas la columna de Carlos Jaico, jurista internacional.

26/05/2022 / Exitosa Noticias / Edic. impresa / Actualizado al 09/01/2023

Francois Rabelais en su novela filosófica Gargantúa y Pantagruel, cuenta la historia del astuto bandido Panurgo quien, estando a bordo de un navío cargado de ovejas, le compró una al patrón y, por una desavenencia con este, la lanzó al mar provocando que las otras ovejas la sigan y se ahoguen.

Sobre esta historia, Friedrich Nietzsche en su obra “Más allá del bien y del mal” de mediados del siglo XIX criticaría el espíritu de rebaño, o lo que hoy se conoce como la propensión de las masas a actuar sin pensar, como las ovejas de Panurgo. Al parecer, nuestra sociedad aún guarda rezagos de la época del oscurantismo, al funcionar con una moral disoluta, esclava de lo banal y cotidiano, incapaz de reflexionar el primer minuto para, sobre esa base, actuar.

Es así que los bulos y mentiras penetran fácilmente las mentes frágiles, ocasionando las peores desgracias. De allí a la manipulación de las masas hay un pequeño paso. Frente a este espíritu de rebaño, Nietzsche planteaba una nueva jerarquía ciudadana, a la cual no se podía aplicar el mismo estándar moral.

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Hay ciudadanos entonces que pueden inventar sus valores y trascender de manera superior a los demás, independientemente de su nivel cognitivo. Con esto se hace referencia a aquellos que mostraban un elevado nivel moral, con solo tener estudios de primaria. Esta situación de reflexión moral proactiva, va más allá incluso del área geográfica o la nacionalidad, la cual no tendría mayor efecto en los espacios morales en los que se mueve el ciudadano.

Por ello, Nietzsche critica al nacionalismo por considerarlo una característica del instinto de rebaño, el cual diluye al ciudadano en la masa al no asumir plenamente la responsabilidad de sus decisiones. Por el contrario, el ciudadano moral se eleva por encima de la masa, de su afiliación social, partidaria, política o nacional y encuentra sin temor las respuestas apropiadas a su accionar. Pero esto, en el declive de nuestra civilización, tiene un alto costo para el ciudadano noble, porque la sociedad de Panurgo lo forzará a errar como alma solitaria e incomprendida por los demás.

Su actuación recta será criticada y minimizada, generando el peor ejemplo para quienes quisieran en algún momento emularlo. ¿Debe por eso renunciar a su moral? Precisamente no, porque es en estas circunstancias adversas, en las que el bien y el mal se disputan el alma del justo, en que nuestra sociedad encontrará su salvación.

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