OPINIÓN | Julios Schiappa: Amor, plata y políticos
La plata no asegura el amor, lo prueba la experiencia de un Congreso regalón y un gobierno bastante populista, que reflejan, más bien, cifras de rechazo de más de 70% y 80%. No es para menos, si la serie es película repetida y con decenas de capítulos en cámara lenta. La gente se aburre y no participa. Verbigracia, la marcha del 4, la de la “Batalla Final” para Erasmo Wong y Rafael López, cuyos participantes cabían en tres canchas de fulbito, incluidos los camerinos.
Se repite la historia, hay plata, pero no hay masas, en la diestra. También el fenómeno se da en la siniestra, que pierde congresistas y se divide o radicaliza en un harakiri con abrelatas. Doloroso, lento y destructivo. Ser gobierno, sin un programa y cuadros técnicos, ha demostrado ser un Waterloo del que no te salva ni la estatización del cielo, los ríos y el mar.
¿Por qué? Un primer problema es que la agenda diaria de los políticos no corresponde a la de la gente. Me hace recordar cuando el Ronco Gámez, locutor de RadioMar, arrasaba con las audiencias de amas de casa. Le ganaba hasta a la televisión de Aló Gisela. Esto, porque Gámez daba un panorama de precios y recetas para misios, justo cuando las amas de casa iban a salir al mercado o em pezaban a cocinar.
Esa precisión marketera es lo que no tienen los políticos de hoy. No expresan las necesidades de la vida cotidiana de los ciudadanos. Esta vida se traduce en precios, acceso a servicios, acceso a alimentos, acceso a escuelas.
Las cosas simples de ser peruano. De las que los políticos han tomado distancia por un régimen de privilegios que lo distancia de sus electores. Un segundo factor del desencuentro está en el lenguaje que hablan los políticos.
Usan palabras como vacancia, inhabilitación, procedimientos parlamentarios, entre muchos otros ejemplos de criptología lingüística, propia de abogados. Si el lenguaje no comunica, gran parte de lo dicho por los políticos, se pierde en el aire. Hay que bajar el número de abogados asesores y contratar psicólogos y coach políticos que les hagan dominar otro lenguaje. Un tercer mecanismo, de relación truncada por las diferencias, es el cambio en ingresos, status y consumo, cuando los políticos son elegidos.
En un país con 80% de informalidad esas diferencias son un duro contraste entre la precariedad y la estabilidad. Demasiadas diferencias en un país de pobres y clase media sin futuro asegurado. Envidia contra el que puse en el poder con mi voto. Cambiar la cultura de la política, aquí descrita, empieza por actos cotidianos como que los parlamentarios usen bicicletas y no se vistan todo el día como si fueran a un matrimonio.
Y que la igualdad republicana, sin privilegios virreinales, reine en el Estado y la sociedad. El amor no se gana con plata, no en la política.
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