OPINIÓN | Carlos Jaico: "La encrucijada del Bicentenario"
Cada cinco años, y desde hace 20, vivimos estos escenarios en que el Perú ve confrontados sus temores y realidades. Temores siempre con el regreso del fujimorismo, y realidades con la oposición entre Lima y las regiones más olvidadas del país. La primera confrontación tiene como ganador al antifujimorismo, que se forma en la segunda vuelta cual coalición contra el mal. En este escenario, poco importa la orientación ideológica del opositor, el antifujimorismo -sin ser un partido- hará el trabajo de unión y rechazo electoral. En la segunda, vence el representante de centro o de izquierda, al tener la iniciativa de moderar su discurso y firmar una hoja de ruta con los otros partidos. El fujimorismo, rara vez ha tenido esta iniciativa.
Sin embargo, estas elecciones combinan ambos escenarios: el fujimorismo vuelve a llegar a segunda vuelta y el discurso radical de Pedro Castillo pone frente a frente, el campo a la ciudad. La ecuación para los electores es esta vez más complicada, desde el ángulo de la gobernabilidad y la lucha contra la corrupción. Por una parte, Pedro Castillo y su plan de gobierno no brindan aún la seguridad de mantener el orden constitucional. Por ejemplo, su deseo de cerrar el Tribunal Constitucional es ya un indicio del populismo de sus propuestas. Otro de sus proyectos es la reforma de la Constitución, con el cual muchos podrían estar de acuerdo. Sin embargo, ¿cómo podría hacerlo sin referirse al artículo 206 de la Constitución? Cabría recordar que su bancada no le permitiría llegar a los 2/3 del número legal de congresistas para esta reforma, la cual requiere ser aprobada en dos legislaturas consecutivas. A esto le debemos sumar, su manejo macroeconómico el cual aún tiene ciertos vacíos. Otrosí, tendría también que deslindar de los personajes afines a movimientos prosenderistas que lo circundan.
Por otra parte, el fujimorismo tiene a su candidata inmersa en el caso más grande de lavado de activos de la política peruana. A esto debemos sumar su accionar dictatorial y proclive a la corrupción, bajezas y contubernios políticos con mayor énfasis desde 2016.
De las dos, ¿cuál es la mejor opción para el Perú? Tal cual, ni la una, ni la otra. Al ser ambas opciones radicales, tendrían que lograr consensos por la gobernabilidad. Sin embargo, la responsabilidad de lograr primero la hoja de ruta recae en Pedro Castillo, cuyo aislamiento político abriría la puerta del gobierno al fujimorismo, cerrada hace veinte años por la lucha de generaciones de peruanos.
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