OPINIÓN | Carlos Jaico: ¿Qué futuro para Rusia después de Ucrania?
El filósofo Michel Eltchaninoff fue uno de los que mejor ha descifrado el mundo intelectual que habita Vladimir Putin. En su libro “En la cabeza de Vladimir Putin” (2015), plantea que la cultura rusa en la que Putin promueve, está muy vigente la idea del mesianismo donde Rusia no sería un país como cualquier otro. Por el contrario, debería ser el país que conquiste el mundo aportándole su cultura y valores, incluso, hasta conquistar el espacio.
Esto se explicaría por la posición geopolítica e historia de Rusia. Es que, desde el fin de la segunda guerra mundial, su influencia se ha ido desvaneciendo en el mundo. Como prueba de ello, atrás habían quedado la crisis de los misiles de Cuba (1962), la fallida invasión de Afganistán (1979) y la caída del Muro de Berlín (1989).
El mundo postsoviético devenido Rusia, se iba a oponer a la idea de pasar de un mundo bipolar, donde compartía hegemonía con los Estados Unidos de Norte América (EUA), a uno apolar donde solo sería una potencia entre otras. Es así que el apagado totalitarismo estaliniano, debía resurgir adaptándose a las nuevas reglas del ajedrez internacional. Para esto, la elección de Vladimir Putin el 26 de marzo 2000 sería la señal que el nacionalismo ruso pasaba más a la ofensiva, lejos de la pasividad de Mikhail Gorbachov y Boris Yeltsin.
Su primera zona de influencia y reconquista debían ser los 15 países de la ex Unión Soviética. Empezó con Crimea el 2014 y ahora va por Ucrania, quien presenta el mayor interés por su voluntad de ser parte de la Unión Europea y la OTAN (que remplazó el Pacto de Varsovia). Lograrlo permitiría a Rusia controlar el oleoducto de Druzhba o el transporte de gas de Ucrania hacia Europa.
Luego la conquista de Europa, a quien Rusia ve en constante división e implosión, sin olvidar que le rinden pleitesía los partidos de extrema derecha. Pero los tiempos han cambiado y, en un instinto de supervivencia, la asamblea de Naciones Unidas ha votado de manera aplastante dejando sola a Rusia, frenando sus deseos expansionistas.
También indica su resistencia a entrar en un conflicto nuclear, haciendo que las fuerzas militares no salgan de lo convencional. La moraleja para Europa será, una vez pasado el conflicto, revisar su relación geopolítica con Rusia, para acercarla al concierto de naciones a través de acuerdos de cooperación, dejando atrás los miedos de la guerra fría. Es esto o la amenaza de una tercera guerra mundial
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