OPINIÓN | Antero Flores-Araoz: Ver para creer
En artículo anterior, titulado “O SOL O SOMBRA”, nos ocupábamos de las contradicciones que se observaban en el Gobierno Nacional, lo cual atenta contra la coherencia y predictibilidad deseable.
Allí expusimos que mientras el 08 de marzo el presidente del Consejo de Ministros ratificaba el compromiso gubernamental con la “Economía Social de Mercado”, así como con los principios de la libre empresa e iniciativa privada, y su apuesta por la concertación, además del destrabe de proyectos de inversión; dos días después su jefe y presidente de la República, rendía homenaje a Sebastián Allende ante su tumba en Chile. Todos sabemos que Allende no fue partidario de nada de lo anunciado por Aníbal Torres, por lo cual en la práctica este fue desautorizado y arrojadas a los leones sus buenas intenciones.
Felizmente, en estas idas y venidas de los ofrecimientos gubernamentales, el presidente Pedro Castillo, el 15 de marzo ante el Congreso, ha reafirmado las expresiones de su primer ministro en el sentido de que enmarca su accionar en la Economía Social de Mercado, “... la cual implica libre iniciativa privada, libre empresa, propiedad individual...” Al mismo tiempo ratificó “el compromiso del Perú con la inversión nacional y extranjera.... sin corrupción y con responsabilidad social, priorizando la diversificación productiva...”.
De igual forma en su alocución ante el Parlamento, el presidente expresó la necesidad de juntar esfuerzos de todos los sectores por el bien del país, por lo cual convocará al Acuerdo Nacional para “lograr los consensos necesarios”. No pasó ni siquiera un par de horas y el presidente del Consejo de Ministros hizo leña con todo lo ofrecido por el presidente de la República, al expresar que en el mensaje ante el Congreso iba a reclamar adelanto de elecciones, tanto parlamentarias como presidenciales, pero que al final se cambió de idea y se suprimió la proposición, que quedó peor que polvo cósmico.
Fuera de lo anecdótico, es que no podemos estar en estas idas y retornos, pues transmite un mensaje erróneo y los ciudadanos no saben ni que creer ni a quien creer. Además, la propuesta de adelanto de elecciones quedó sin formular, no era viable, pues tendría que aprobarse por el Congreso, modificado parcialmente la Constitución, lo que sería como si el ahorcado hubiese tejido la cuerda para su ejecución.
Los ciudadanos queremos creer en las buenas intenciones del presidente, pero no basta anunciarlas, tiene que probarlas con hechos. Tampoco es suficiente la mención en el sentido que ha cometido errores, debe decir cuáles fueron y cómo subsanarlos. Diversas promesas tienen que ver con el desarrollo del país y ejecución de obras públicas, muy bien por ello, pero tiene que definir plazos y cronogramas de cumplimiento para que el Congreso efectúe la fiscalización correspondiente.
Según cuentan, la expresión “ver para creer” de Santo Tomás, es la que nuestra población repite en estos tiempos y, ello con toda razón, siendo más positiva que “lo veo y no lo creo”, indebidamente, en tono jocoso, atribuida a San Mateo
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