Juan Diego Flórez conquista en el Victoria Hall de Ginebra
El balcón de los grandes órganos derrumbándose bajo una profusión de rosas blancas, el Victoria Hall lleno hasta los topes, todo estaba previsto para el concierto del Año de los Amigos de la Orchestre de la Suisse Romande con Juan Diego Flórez en cartel. un éxito.
Un sugerente programa de conocidas páginas del mundo lírico, una orquesta completa de la Suiza francófona , un director de renombre y sobre todo, sobre todo, el tenor en forma deslumbrante. Juan Diego Flórez , con su técnica vocal impecable, ha ido reemplazando entre el director y la orquesta para que pueda discretamente, con sus movimientos, sus brazos o su mirada, indicar sus deseos de ralentizar, ver acelerar el tempo.
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La delicadeza con la que el tenor canta “Vainement, ma bien Aimée” de Le Roi d'Ys de Edouard Lalo, ofreciendo de paso un arranque del aire en una sublimada mezza-voce. También recordaremos su admirable “Por qué me despierto” de Werther de Jules Massenet con el medido contraste de pianissimi y forte.
Avanzamos hacia el final del recital cuando Juan Diego Flórez, aclamado, ofrece más de veinticinco minutos de bis. Acompañado de la guitarra, comienza un segundo concierto. Los bis están vinculados con una alegría de cantar que lleva al público a su clímax. Liberado por completo de las ataduras del recital, el tenor lo invita a cantar el estribillo de Guantanamera.
En esta comunión musical, el público se aplaude a sí mismo. Calma recuperada, el tenor canta La Palomade Sebastian Iradier.
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Con confianza, Juan Diego Flórez embellece esta melodía con una nota larga, muy larga y hilada que parece no querer apagarse nunca. El público no aguanta más. De pie, ovaciona de pie al cantor que, sin demora, entrega otra brillante Torna a Surriento.
En el proscenio, olvidándose del director y la orquesta, envía un aria a cappella para los fans sudamericanos presentes en el concierto. Un frenesí de aplausos.