OPINIÓN | Miguel Humberto Aguirre: "Sí, son muy especiales"
Un cromosoma más, 47, en lugar de 46, heredados de los padres lleva, a muchos niños, a vivir en el llamado mundo especial.
Paulatinamente, con la vigencia para su mundo propio, ganaron un espacio y, hoy, no nos resulta extraño verlos en escenarios, en colegios exclusivos para ellos, con maestros abriéndoles surcos para ser útiles. Útiles en una comunidad que ya aprendió a conocerlos y compartir. Compartir con ellos, sin diferencias.
Siempre admiramos a los padres entregados a la sonrisa de sus hijos especiales. Mucho tiempo hubo progenitores que los escondieron. Tenían, injustamente, vergüenza de ellos. Felizmente el pensamiento avanza y, hoy usted por ejemplo, cualquier día, pueden ver a José David Gómez, dándole vida a una batería, a un saxo, una zampoña, bailando todos los ritmos de moda, como también una entusiasta marinera junto a Gigi Naveda.
Compartió escenario con la Sinfónica Juvenil de Ecuador. De su arte también saben en Chile, Argentina, Colombia y Estados Unidos donde fue distinguido por International Gold Excellence Awards.
También conocí a Milagros, una hermosa niña que, con el paso del tiempo, ya llegó a los 19 años. Nunca estuvo sola. Siempre contó con el apoyo de su señora madre, doña Patricia, y ambas caminaron, y caminan, intentando llegar al mañana, de esta joven, y encontrar, ese lugar lejos del mundo egoísta. El personalismo, muchas veces resta, a los jóvenes especiales, a tomar un lugar para hacer cosas. Ellos solo esperan la oportunidad y, ese dejar hacer, se lo debemos dar nosotros. Somos eternos personalistas que, muchas veces, restamos la ocasión, a quienes también saben hacer las cosas. Solo esperan la oportunidad.
Hablamos con ellos, con los especiales, sus padres o apoderados. Un solo pedido: más lugares para estudiar.
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