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Algo sucede al interior del gobierno de Francisco Sagasti, que cien días después de gestión sigue llamándose de transición y emergencia. Y es que no hay una cohesión en los mensajes que emiten los ministros con la jefa del gabinete, Violeta Bermúdez. La semana pasada fue el canciller Allan Wagner quien, tras asumir su cargo le enmendó la plana a la presidenta del Consejo de Ministros, quien había dicho que fue la Cancillería la que solicitó las dos mil vacunas con las que se inocularon clandestinamente, en un acto de traición al país, el exmandatario Martín Vizcarra y las exministras de Salud, Pilar Mazzetti, y de Relaciones Exteriores, Elizabeth Astete.
Y las diferencias continúan. Cuando asumió su cargo, el ministro de Salud, Óscar Ugarte, dijo que el sector privado podría importar las vacunas contra el coronavirus, pero inmediatamente el Ejecutivo descartó esa posibilidad, argumentando que los laboratorios fabricantes de las dosis están negociando con los estados. El último sábado, en una entrevista en radio Exitosa, el titular del Minsa, ante el ofrecimiento del gobierno ruso a las empresas y gobiernos regionales para que adquieran sus vacunas Sputnik V, declaró que no hay inconveniente para que el sector privado importe las vacunas, porque la norma lo permite, siempre que se ciñan a las reglas de juego. Pues bien, si ese es el requisito, que lo cumpla.
Ayer, Violeta Bermúdez, pese a reconocer que Rusia es más flexible y negocia con los gobiernos y empresas a la vez, volvió a su posición de descartar al sector privado en la adquisición de vacunas, y que sea el Ejecutivo quien negocie la importación de dichos fármacos.
Si como el ministro Ugarte dice que la normatividad lo permite, ¿por qué el Ejecutivo se resiste a que el sector privado pueda importar las vacunas? Los gremios empresariales han expresado que su deseo de traerlas es para poder inocular a sus trabajadores, familiares y comunidades cercanas a sus áreas de operación. Ello ayudaría a reducir los contagios y a reanudar sus actividades, muchas paralizadas por la pandemia, con lo cual se reactivará la economía.
Resulta incomprensible la actitud del Ejecutivo porque después del millón de vacunas de Sinopharm que llegaron al Perú, no se han traído más dosis ni se sabe cuándo tendremos nuevos lotes ni en qué cantidades. La señora Bermúdez asegura que el gobierno sí tiene contratos firmados por vacunas, pero lo real es que después del primer millón no tenemos una más. Entonces, si de lo que se trata es salvar la vida de los peruanos, no se debe rechazar ninguna contribución, como la del sector privado que está ayudando bastante con el abastecimiento de oxígeno. Es momento de sumar, sobre todo si el gobierno tiene enormes deficiencias para traer vacunas con la urgencia que se requiere, más aun cuando los peruanos siguen muriendo por falta de camas UCI y de oxígeno.
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