OPINIÓN | Luis Ángeles Laynes: "No es mentira, es traición al Perú"

Decepción, indignación, repudio, vergüenza, son algunos de los adjetivos que la gente expresó tras conocer que autoridades y funcionarios públicos se vacunaron contra el Covid-19 con dosis que eran para el equipo de estudio de las pruebas realizadas a 12 mil voluntarios, pero que lo hicieron de espaldas al pueblo, guardaron silencio y lo negaron hasta cuando reventó el escándalo al revelarse la inmunización a Martín Vizcarra cuando aún era presidente.

Pero esa mentira se convirtió en traición al país, porque prefirieron salvar su pellejo sin importarles la vida de los peruanos, ni de las decenas de miles del personal médico, sanitario, policías, fuerzas armadas, bomberos y todos los que luchan en primera línea contra ese monstruo llamado coronavirus que ha matado a más de cien mil compatriotas.

De Vizcarra, es una raya más al tigre. Su vida pública está llena de mentiras, con las que ha querido salvarse de los casos de corrupción que le imputan, desde su época de gobernador de Moquegua hasta cuando ocupó Palacio de Gobierno, que pueden llevarlo a la cárcel. Y pese a que muchos le creían y defendían de una manera hasta enfermiza, la vacuna lo ha dejado con la soga al cuello, porque su traición está más que probada, primero por la universidad Cayetano Heredia al informar que el exmandatario nunca fue parte de los 12 mil voluntarios, y ayer en el Congreso por el jefe del equipo de investigación, Germán Málaga, y la enfermera que lo inoculó.

Está en manos de la justicia castigarlo por todos los delitos penales que pesan en su contra, pero también debe ser sancionado políticamente, si es posible inhabilitarlo de por vida para ejercer cargo público.

Sin embargo, en todo este escándalo hay un hecho más que preocupante porque lleva a los peruanos a ya no creer en nadie. La mentira convertida en traición tuvo como protagonista a Pilar Mazzetti, quien hasta cuando renunció al cargo de ministra de Salud fue inmaculada, victimizada y defendida con uñas y dientes desde todos los sectores. Hasta el ahora canciller Allan Wagner le pidió al presidente Francisco Sagasti que no acepte su renuncia y a ella que reconsidere su decisión, “porque el país no debe cometer nuevamente un grave error”. Ayer, dijo que lo hecho la marcará el resto de su vida.

Mazzetti era considerada ejemplo de honestidad, de calidad profesional y de servicio al país. Negó varias veces que se vacunó mientras sus colegas los médicos morían en esta guerra contra el virus; aseguró que no sabía nada de las vacunas vip y llegó a decir que como cabeza del sector Salud sería la última en vacunarse, cuando ya había sido inoculada.

En las calles se preguntan ¿pueden los peruanos confiar en algún funcionario o autoridad? A eso hemos llegado y ahora, en plena campaña electoral, los candidatos deben poner las barbas en remojo, porque así juren y rejuren que son honestos, que combatirán la corrupción y serán los salvadores del país, nadie les creerá.

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