24/11/2021 / Exitosa Noticias / Columnistas / Actualizado al 09/01/2023
El boche de las minas del sur de Ayacucho refleja un fenómeno persistente en los conflictos sociales en el Perú, los megaproyectos mineros que están cercados por comuneros descontentos. Como casi siempre, las empresas reaccionan con un discurso entre apocalíptico e idiota, para asustar al país anunciando el fin de la minería FORMAL, en rojo y subrayado.
Ante los pecadores-contaminadores mineros, con la santa paciencia de los buenos curas, el obispo de Caravelí, al que pertenecen desde la Conquista todas las parroquias del sur de Ayacucho, puso las cosas claras con un comunicado.
El documento señala que las minas contaminan los ríos, afectando a los agricultores de 4 provincias, que algunas explotaciones están en la cabecera de cuenca lo que causa contaminación, amén de criticar que la licencia social no tenga carácter vinculante y que las leyes favorecen a las empresas. Lo peor de todo: el río que las minas contaminan es el Yauca, que baja a la costa para irrigar el maravilloso valle del mismo nombre, productor de las mejores aceitunas de América del Sur. El buen señor obispo no dejó títere con cabeza, afirmando fielmente la doctrina ecológica del Papa expresada en la encíclica Laudato.
Estos eventos, en la mata de la economía del país, reflejan un fenómeno más profundo de la sociedad andina rural peruana, enfrentada a la globalización que amenaza su estilo de vida e identidad. Las sociedades andinas buscan “refugio en la cultura y el estilo de vida tradicional”, como dijo alguna vez Samuel Huthington. La afirmación de las tradiciones agrícolas, la vida de pueblo, la cultura comunitaria, las relaciones de familia extendida son el refugio final de los pobladores de sociedades tradicionales. Esta reacción defensiva es similar, sea en Ayacucho o en los Himalayas.
Si bien muchos de los comuneros que viven en torno a las minas son productores ligados al mercado, tienen una subsistencia precaria, condicionada por la informalidad, las difíciles condiciones de producción dictadas por el clima y la altura. Ser precario, como lo define en su libro “Antisistema”, José Fernández Albertos lleva a una escasa adhesión al sistema político y sus instituciones.
Voltear la tortilla a favor de las comunidades, no es cerrar las minas como plantean primitivos anti mineros. La solución está en cambiar el corrupto régimen del canon y entregar los beneficios que el Estado comparte, de manera directa, en cheque o efectivo, comunal o personal, a cada uno de los habitantes de la zona de influencia de las minas.
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