OPINIÓN | Julio Schiappa: "Bicentenario con dos pedazos"
Creo que hay demasiada naftalina de republiqueta criolla y poca esencia andina en las celebraciones del Bicentenario, olvidando que es en los Andes adonde quedaba el ombligo del mundo. Y sigue allí, la esencia del Perú.
Por ello, recordar el legado Inca es una obligación de objetividad y patriotismo republicano, para balancear este obligado recuerdo de lo que somos como país. Tarea de revisionismo histórico que hay que emprender en toda la, escasa, enseñanza de historia del Perú en las escuelas y universidades del país.
Obligado por la cuarentena, en estos días he revisado tres libros maravillosos sobre el legado cultural y la historia Inca.
Aunque confieso que detesto las obras colectivas, “El Imperio Inka” editado por Izumi Shimada es lo mejor que he leído sobre el tema. Tiene descubrimientos científicos sensacionales, estudios de la gobernanza y economía del imperio, así como de la cosmovisión Inka.
Un solo dato, fascinante, de esta última obra. Con estudios de ADN en huesos de decenas de sitios arqueológicos, un científico japonés señala que los Inkas desplazaron por lo menos 4 millones de mitimaes de un lado a otro de su imperio. Fue la clave para controlar un territorio inmenso, en corto tiempo, someter a pueblos rebeldes, y construir un régimen militarizado de gestión de la economía. También fue el trágico eslabón que los españoles rompieron al aliarse con estos cientos de miles de sometidos.
La novela “El Espía del Inca”, del peruano Rafael Dumett, es un largo y hermoso novelón sobre la tragedia y grandeza de la caída de los Incas. Le hace plena justicia a la verdadera historia de un gran imperio y una enorme cultura, que sucumbe ante una superioridad desconocida.
Otra novela, más ligera, es “El Rey del Perú” del español Juan Pedro Cosano. Su trama es ideal para una telenovela romántica, al narrar el romance de Gonzalo Pizarro y la Aclla Nayarac, historia que tiene entradas soberbias a la psiquis indígena y española de los protagonistas. Pero la obra naufraga en la frase final del libro, “es más hermoso lo que nació que lo que se perdió”. Brillante e insultante frase de un partidario, Chapetón él, de los Conquistadores del Perú.
No hay Bicentenario bien celebrado, si no se revisa la historia del Perú, para saber la verdad sobre la independencia y el gran legado andino del Tawantinsuyo. Son dos pedazos de nuestra gran nación.
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