18/01/2022 / Exitosa Noticias / Columnistas / Actualizado al 09/01/2023
El 22 de diciembre de 1936, José Pascual Duaso, cura de Loscorrales, en Aragón, comenzaba a preparar su pequeña iglesia para las festividades de Navidad.
Era tiempo de guerra, y los Loscorrales estaba aún más pobre de lo que había sido siempre. Don Pascual había repartido todas sus mantas y ropa de abrigo entre los humildes aldeanos. La leche de su escuálida vaca Jacinta estaba destinada a los niños. El invierno era crudo, y la guerra había cortado todo abastecimiento. Con el poderoso apoyo de Hitler y las armas más mortíferas de entonces, Franco había invadido España. La república y los españoles se defendían con las uñas.
No pudo llegar al establo. A medio camino, lo detuvo un grupo avanzado de franquistas. En menos de media hora, le hicieron un “juicio” sumario.
“No tienes nada en la parroquia porque todo lo has repartido entre los pobres. ¿Y qué vas a hacer ahora con la leche de tu vaca?... Vas a entregarla a los futuros comunistas. Eso significa que no eres sino un ateo comunista”.
Lo cosieron a balazos, y dejaron su cadáver en una zanja con prohibición expresa de inhumarlo en tierra santa.
Lo recordé el mes pasado cuando la segunda vicepresidenta y ministra de Trabajo de España, Yolanda Díaz, se reunió con el papa Francisco y ambos mostraron pleno acuerdo sobre el concepto del trabajo como agente social que da dignidad y aporta igualdad. Esa visita bastó para que secretaría de Comunicación del PP de Madrid llamase a la reunión “cumbre comunista” y los ultras de ese partido comenzaran a satanizar la imagen del pontífice.
Hay diferentes maneras de concebir la religión, y una de ellas es de concebir a la Iglesia como mero sahumerio que opaque y haga olvidar la inmensidad de la injusticia.
Hubo otros como el cura de Loscorrales. No eran militantes comunistas o anarquistas. No eran obreros. Eran sacerdotes diocesanos, monjas, padres y madres de familia, jóvenes laicos católicos, seguramente comprometidos con su pueblo y coherentes con sus convicciones. Fueron torturados primero. Les vendaron los ojos después y les dispararon quienes habían invadido España para supuestamente salvarla del ateísmo.
En estos días gélidos, don Pascual vuelve a existir. Sale de su iglesia cargado de abrigos para quienes los necesitan. Muchos no lo ven. No pueden verlo. Le temen a la memoria, a la historia.
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