OPINIÓN | Eduardo González Viaña: La importancia de llamarse Aurora
¿Quién es esta mujer de ochenta y tantos que en un instante puede transformarse en una muchachita de 17 o en una rubia corpulenta, o en una mamacha de la sierra peruana que busca a su hijo desaparecido? Es Aurora Colina. Vive en Londres desde hace 2 décadas, y está casada con Beco Techera, un veterano tupamaro del Uruguay.
En estos días, sufre un serio problema de salud, pero mejor hablar de la importancia de llamarse Aurora. Una actriz, cuando es buena, es indistinguible de su personaje, y como tal quiero recordarla.
En “Usted estuvo en San Diego”, Aurora se llama Hortensia Sierra, tiene 26 años y acaba de entrar ilegalmente a EEUU por una de esas razones que empujan a millones de hombres y mujeres nacidos en estas mágicas y desdichadas tierras del sur.
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San Diego, California, cerca de la frontera mejicana, es su primer destino. Logra pasar y es tan feliz que toma un autobús urbano para conocer la urbe y saber cómo es el color de la libertad. Sin embargo, una patrulla que busca extranjeros ilegales entra en el vehículo y comienza a pedir documentos.
Aurora hace de Hortensia. Es rubia y habla inglés, pero no tiene documentos en regla. A solas, llora. Lo nota el caballero gringo que se sienta a su lado, y le pregunta si acaso está enferma.
- No, no es eso. Soy ilegal y los agentes van a detenerme.
El caballero gringo reacciona:
- ¡Animal! ¡Cómo se te ocurre seguir sentada a mi costado!
Ante la dureza de sus palabras, los policías se acercan a preguntar qué está ocurriendo.
El hombre grita:
- ¡Llévensela! Mi mujer ha olvidado sus papeles, y otra vez vamos a perder el tiempo en la oficina de ustedes. ¡Llévensela, para que yo vuelva a ser soltero!
En el monólogo, los agentes ríen. Hortensia, por su parte, salta del bus y entra en la autora de la libertad.
Inspirada en mi libro “Los sueños de América”, Aurora ha presentado esta obra y otras en Reino Unido, Francia, España, Argentina y Perú.
Y todo comenzó cuando ella me escribió pidiéndome que le vendiera los derechos de representar mis cuentos.
¿Vendérselos? ¡Eso jamás! No recibiría dinero de quien ha convertido en seres de carne y hueso a mis personajes y sube y baja por el mundo inventando los sueños y la aurora de la libertad.
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