28/07/2021 / Exitosa Noticias / Columnistas / Actualizado al 09/01/2023
Entre 1586, un cusqueño residente en España estaba dedicado a componer un libro que contenía, como señalaba su título, “el origen de los Incas, reyes que fueron del Perú, de su idolatría, leyes, y gobierno en paz y en guerra: de sus vidas y conquistas, y de todo lo que fue aquel Imperio y su República, antes que los españoles vinieran en él”.
Garcilaso de la Vega (1539- 1616) se basaba en su propia memoria porque hasta los 20 años había residido en su país de origen y era hijo de una princesa inca, los relatos que había escuchado en su infancia, así como en documentos, crónicas e informaciones orales, cartas y visitas de amigos y otros “indianos” que llegaban de América.
Vale decir que este caballero escribía la historia, geografía, religión, literatura, el origen y el proyecto del Perú. Eso suena normal en nuestra época, casi normal, pero no en la suya y mucho menos en la metrópoli del imperio español... y muchísimo menos en una casa situada a unos cuantos metros de la iglesia y las mazmorras de la Inquisición.
La invasión y colonización de tierras y poblaciones ajenas siempre ha sido justificada por sus causantes como una misión generosa, en vista de que los imperios invadidos estaban supuestamente gobernados por tiranos y poblados por idólatras y caníbales a quienes había que llevarles la dulce fe del crucificado aunque fuera a cañonazos... e incluso era necesario enseñarles el idioma castellano en vista de que los lenguajes en que casi se entendían eran poco menos o un poco más de aquellos en que se comunican las bestias.
El propio papa había obsequiado (como si hubieran sido suyas las tierras descubiertas por Colón entre los reyes de España y Portugal quienes, en contraparte, ofrecían llevar a esas zonas salvajes la santa religión, aunque eso significara que en 50 años solamente quedara el 10 por ciento de la población invadida y sojuzgada.
GARCILASO DE LA VEGA, nuestro héroe cultural, rescató nuestra historia y desafió el peligro de que su obra fuera considerada una apología. Por él sabemos cuál es nuestra historia y quiénes son nuestros primeros padres. Y gracias a él y a su utopía sublevante, un hombre tocado con sombrero negro llamado Túpac Amaru II levantó a casi todo el continente y nos legó una libertad cuyo bicentenario ya se cumplió hace 40 años.
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