OPINIÓN | Eduardo González Viaña: "Almudena en medio de la brisa"
Mi corazón ha estado siempre al lado de los perdedores. Y eso ocurre porque mi conciencia nació con los poemas y las canciones de una contienda en la que perdieron los buenos, la guerra civil española.
Mucho tiempo después conocería a Salvador Allende, quien me diría que la historia también suelen hacerla los perdedores. Y esa es la razón de mi cariño por Almudena Grandes, cuya obra se levantó sobre una trinchera destruida, España, centenares de ciudades incendiándose, cientos de miles de muertos y por fin el corazón helado y los ojos abiertos de los hombres y mujeres que fueron derrotados.
Más fácil es escribir sobre temas baladíes. Encarar la perversidad de los vencedores fue la tarea de Almudena. Lo proclaman sus capítulos colmados por la esperanza perpetua de los exiliados republicanos, y las sombras perseguidas de los suyos.
El año en que conocí a Almudena y a su esposo, el poeta Luis García Montero, entendí que no comprendería nada de España si no terminaba de aprender en sus páginas el peor tiempo que esta nación ha vivido y su destrucción, que pudo ser eterna, debida a fascismo, enemigo del género humano.
En el 2008, García Montero presentó mi novela “Vallejo en los infiernos” en la Casa de América de Madrid, y encomió en mi libro “la asombrosa capacidad de la ficción para iluminarnos la historia.”
Con Almudena y Luis sostuvimos solamente una conversación típica de una cena, pero comprendí que aún si no los volviera a ver, serían siempre dos grandes testigos que me mostrarían el verdadero rostro de España.
Recuerdo unos versos de Luis cuando habla de Federico García Lorca y dice que: “el tiempo es una brisa que ya nadie recuerda.”
Almudena Grandes vivió eternamente en medio de esa brisa porque ¿quién se atreve a escribir con veracidad sobre los vencidos? Solamente alguien que tiene el corazón bien puesto y que sabe que la perversidad no lo va a doblegar.
Ese es el caso de Almudena, quien acaba de morir, pero su voz persiste y nos acompañará por los siglos de los siglos hasta que llegue un tiempo y una tierra en la que los hombres volverán a ser hermanos.
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