21/11/2021 / Exitosa Noticias / Columnistas / Actualizado al 09/01/2023
Anima a escribir esta columna, la reiterada monserga de algunas personas y medios de comunicación que no se caracterizan por su objetividad y que responden probablemente a inconfesables intereses subalternos. Me refiero a la calificación respecto al cortísimo gobierno de Manuel Merino, en el sentido que fue fruto de un golpe de Estado, que fue gobierno de facto y que fue el “último régimen antidemocrático en el Perú”.
Pues no señor, el fugaz gobierno de Manuel Merino fue absolutamente legítimo, no se originó en transgresión de norma legal alguna ni tampoco impuesto indebidamente por las armas. En efecto, el gobierno al que nos referimos fue dispuesto por el Congreso de la República, luego de declarar la vacancia del gobierno presidido por Martin Vizcarra.
Recordemos que cuando se intentó por segunda vez la vacancia de Pedro Pablo Kuczynski, elegido como presidente en el proceso democrático del año 2016, se adelantó a esa probable decisión parlamentaria y presentó su renuncia a la Presidencia de la República, la cual le fue aceptada. Ante ello le correspondía asumir el cargo al primer vicepresidente, esto es a Martín Vizcarra, como efectivamente sucedió.
Cuando en el segundo intento de vacancia de Martin Vizcarra, ella se produce, y ante la imposibilidad de asunción del cargo por la segunda vicepresidenta, debido a su renuncia, de conformidad con la línea de sucesión prevista en la Constitución, le correspondía asumir el cargo a Manuel Merino en su condición y calidad de presidente del Congreso de la República.
Si hubo la motivación suficiente y los votos más que necesarios en el Congreso para la declaración de vacancia de Martín Vizcarra, y si en la línea de sucesión le correspondía asumir la presidencia a Manuel Merino, ergo su gobierno, además de constitucional, es de jure y no de facto, no es fruto de golpe alguno sino de determinación parlamentaria y, consecuentemente no puede ser calificado como “régimen antidemocrático”.
La legitimidad de Manuel Merino fue aún mayor que la de Francisco Sagasti, pues el primero en las circunstancias de la vacancia de Martín Vizcarra, se encontraba en el cargo de presidente del Congreso desde que ese Parlamento se instaló, mientras que el segundo fue elegido para cumplir un requisito de forma y después asumiera la Presidencia de la República, luego que las mayorías en el Congreso abdicaran de su posición de privilegio y permitiesen que fuesen las minorías las que encumbraran a Sagasti. Esa es la historia, guste o no, como también es historia que quienes llevaron a Manuel Merino al sillón de Pizarro en Palacio de Gobierno, le quitasen el respaldo parlamentario que requería para seguir en la conducción del país.
Tengan la más absoluta seguridad que ninguna de las personas que acompañaron al presidente Merino en tareas ministeriales, se hubieran prestado a ocupar los respectivos cargos, si Merino no hubiere tenido legitimidad.
En fin, no hay dos historias, hay una sola y podrá no gustar a algunos, pero es la única y cierta.
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