OPINIÓN | Nicolás Lúcar: La crisis del agua
Las cifras son alarmantes. 2,100 millones de seres humanos carecen de acceso a agua potable y segura en el mundo. 4,500 millones de habitantes del planeta no tienen acceso a los servicios básicos de saneamiento. La combinación de estos factores provoca que cada año mueran en el mundo alrededor de 350,000 niños menores de 5 años de edad como resultado de infecciones intestinales y diarreas.
Las cifras han sido tomadas del informe de la OMS y UNICEF del año 2017.
Pero ese no es el mayor problema.
Según IAGUA para el año 2025 la mitad de la humanidad vivirá alguna forma de escasez de agua y según la ONU para el año 2050 está carencia afectará a más de 7,000 millones de personas.
Nuestra civilización está amenazada por la sed.
El Perú, sin embargo, puede considerarse privilegiado, somos uno de los 20 países del mundo más ricos en agua dulce.
Pese a ello más de 8 millones de peruanos carecen de agua potable y de alcantarillado por la corrupción y la ineficiencia de las autoridades.
Detrás de cada obra de saneamiento en el Perú hay un escándalo de corrupción imperdonable.
Por otra parte somos unos de los tres países del mundo más afectados por el cambio climático, dentro del cual el Fenómeno de El Niño es solo uno de los componentes.
Gracias a ello, pasamos de temporadas de lluvias torrenciales e inundaciones que arrasan todo en el camino, a períodos de sequía donde todo muere.
Lo absurdo de nuestra situación es que tenemos en las manos la posibilidad de revertirla y de resistir la falta de agua que amenaza el planeta.
Si tan solo realizáramos obras que están pendientes hace más de 40 y 50 años nuestro futuro sería diferente.
El Tumbes los agricultores pararon este lunes exigiendo entre otras demandas la realización del proyecto de Cazaderas, un gran reservorio que permitiría no solo resistir el embate de El Niño, sino ampliar el área bajo cultivo, terminar con la estacionalidad de la agricultura usando el agua almacenada en los tiempos de escasez y dotar de agua potable no solo a Tumbes sino incluso a la ciudad de Talara. Lo mismo ocurriría en Lambayeque si el siempre postergado proyecto La Calzada del río La Leche se ejecutara. Como en Tumbes no solo controlaría las brutales avenidas de agua y lodo de las lluvias torrenciales sino que transformaría la vida de la región.
Cada valle mínimamente importante en la costa del Perú tiene un proyecto de esta naturaleza esperando que alguna vez se haga.
En Ica desde 1970 no se pueden abrir nuevos pozos y desde ese año está pendiente el proyecto Tambo Ccaracocha, que resolvería las necesidades de agua de la región más pujante del Perú y de parte de Huancavelica.
Si estas obras pendientes se realizaran daríamos acceso a agua potable a millones de peruanos y multiplicaríamos por dos, y en algunas zonas por tres, el área de cultivo de productos agrícolas de exportación. Daríamos empleo estable y comparativamente bien remunerado a más de un millón de peruanos y podríamos exportar productos agrícolas no por 6 mil sino por 10 mil o 12 mil millones de dólares al año. Además, tendríamos una fuente extraordinaria de energía disponible.
Lamentablemente, lo que hay que hacer no se hace porque le hemos entregado la conducción del país a una costra de políticos tan ineficientes como ladrones para quienes estos, los problemas del Perú y sus soluciones, no figuran precisamente entre sus prioridades.
Por eso es indispensable una reforma política que permita que las riendas del país cambien de manos. Ya es hora de hacer lo que hace décadas debimos hacer.