11/04/2020 / Exitosa Noticias / Mundo / Actualizado al 09/01/2023
Poco antes de presidir la conmemoración por la muerte de Jesús en la cruz, el papa Francisco se comunicó con la televisión nacional y se refirió a los enfermos, pero también al personal sanitario, así como a las religiosas y sacerdotes, que están ayudando y ofreciendo atención sanitaria a los afectados arriesgando su salud e incluso su vida.
“Hoy, en este momento, pienso en el Señor crucificado y en tantas historias de los crucificados de esta pandemia: los médicos, los enfermeros, las enfermeras, religiosas, sacerdotes, muertos en el frente como soldados. Han dado la vida por amor”.
Son “resistentes como María bajo la Cruz, ellos y sus comunidades en los hospitales cuando a los enfermos. Hoy también hay crucificados que mueren por amor. Este pensamiento me viene en este momento”, dijo el Santo Padre.
Francisco aseguró que “permanezco cercano al pueblo de Dios, a los que más sufren, sobre todo. A las víctimas de esta pandemia, al dolor del mundo, pero mirando la esperanza, porque la esperanza no decepciona”.
Postrado
Durante el inusual servicio de Viernes Santo afectado por las restricciones de la pandemia, el Santo Padre encabezó las ceremonias en la Basílica de San Pedro, sin participación de público por el brote de coronavirus.
Esta vez el Pontífice no pronunció una homilía, dejándola en manos del Padre Raniero Cantalamessa, el predicador papal quien dijo que esta pandemia debería ser un estímulo para que las personas aprecien lo que realmente importa en la vida.
“No permitamos que tanto dolor, tantas muertes y tanto compromiso heroico por parte de los trabajadores de la salud hayan sido en vano”, señaló.
En esta conmemoración acuden al menos diez mil fieles, además de cardenales y obispos, esta vez apenas lo acompañaron unas dos decenas de personas, incluidos los ayudantes papales que leían las escrituras y un coro más pequeño de lo habitual.
En otro cambio del ritual habitual dictado por el brote de coronavirus, solo el Papa besó un crucifijo al final del servicio. Por lo general, también es besado por cada cardenal, arzobispo y obispo de la iglesia.