Hoy se cumple un año de la invasión de Rusia a Ucrania
La madrugada del 24 de febrero del 2022, el presidente ruso, Vladimir Putin, anunció el inicio de una operación militar en Ucrania, bajo la excusa de proteger a las poblaciones ubicadas en las regiones separatistas del Donbás de un supuesto genocidio.
"He decidido llevar a cabo una operación militar especial, su objetivo es proteger a las personas que han sido objeto de intimidación y genocidio por parte del régimen de Kiev durante ocho años y para ello, lucharemos por la desmilitarización y desnazificación de Ucrania", dijo en aquella oportunidad el jefe del Kremlin.
A través de intensos ataques por tierra, mar y aire, las fuerzas rusas ingresaron a territorio ucraniano con su principal objetivo: tomar la capital Kiev, una guerra que, Putin dijo, ganaría en 72 horas y 365 días después sigue sin conseguirlo.
En medio de este conflicto surgió la figura de Volodímir Zelenski, el presidente de Ucrania que logró la unidad y resistencia de su pueblo, una defensa que tiene el respaldo de Europa y Estados Unidos con armamento y municiones.
Durante este punto, más de 8 millones de personas huyeron de los bombardeos y otros 5 millones forzadas desplazarse a diversos países de Europa. Sin duda, un éxodo donde mujeres, niños y adultos mayores tuvieron que escapar de la masacre.
El costo humano de la guerra deja cifras terribles: 8 mil 6 civiles murieron, 487 de ellos niños y más de 13 mil heridos. Los misiles balísticos y bombardeos causaron el 90% de estas muertes. Los edificios familiares, escuelas y hospitales en Kiev, además de otras provincias ucranianas, fueron destruidas.
La imagen más devastadora se dio en Bucha, ciudad en la que 450 personas fueron ejecutadas por las fuerzas rusas, provocando la condena internacional y denuncia de crímenes contra la humanidad.
Del lado ruso se estima que entre 175 mil a 200 mil soldados murieron o resultaron heridos desde el inicio de la invasión. Occidente intentó presionar a Rusia con sanciones y el congelamiento de activos, pero la respuesta de Moscú no se hizo esperar. Suspendió el suministro de gas natural ruso a Europa, que requiere para enfrentar el invierno.
Aparte de lo energético, la guerra entre dos de los principales productores de cereales afectó el sector alimentario con consecuencias globales que, junto a los efectos inflacionarios, se dejaron sentir a nivel mundial.
Ha transcurrido un año, un país golpeado pero que resiste y a un Vladimir Putin inquebrantable, asegurando que seguirá su campaña militar hasta lograr sus objetivos, mientras la comunidad internacional busca poner fin a la guerra ante la preocupación de la amenaza rusa de un conflicto nuclear.