Deforestación en Amazonía brasileña cierra uno de los peores primeros trimestres

La deforestación en la Amazonía brasileña volvió a crecer en marzo, cerrando en los primeros cien días de gobierno de Lula da Silva uno de los peores primeros trimestres de los que se tiene registro, según cifras oficiales divulgadas el viernes.

Imágenes satelitales detectaron 356 km2 de cobertura forestal destruida en la parte brasileña del mayor bosque tropical del planeta.

El dato supone un aumento de 14% respecto al registro de marzo de 2022, último año de la administración del expresidente Jair Bolsonaro, según el sistema de vigilancia DETER del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE).

Entre enero y marzo de este año, la destrucción de la Amazonía brasileña fue la segunda más alta de la serie histórica para ese período, con 844 km2 destruidos, solo por debajo del dato de 2022, cuando fueron arrasados 941 km2.

Luego de cuatro años de gobierno bolsonarista, que según expertos debilitó regulaciones y organismos de protección ambiental, la mejora en los índices de deforestación podría demorar, dijo a la AFP Mariana Napolitano, gerente de conservación de la ONG WWF-Brasil.

"Los datos muestran que existe un escenario complejo frente al debilitamiento del control de la región y el discurso favorable a la ilegalidad de los últimos años", aseguró Napolitano. 

Desde su elección, el presidente Luiz Inacio Lula da Silva ha prometido revertir las políticas ambientales de su antecesor y erradicar la deforestación ilegal.

"Aunque el actual gobierno haya demostrado su intención de combatir la deforestación con mucha seriedad, llevará tiempo modificar el escenario", agregó la experta de WWF-Brasil. 

En su primer día de mandato, Lula firmó una serie de decretos para anular medidas perjudiciales para el medioambiente, crear un grupo de trabajo para combatir la deforestación y reactivar el Fondo Amazonía, iniciativa financiada con donaciones extranjeras que estaba suspendida desde 2019.

El mandatario izquierdista, de 77 años, ha intentado también convencer a los países más ricos del planeta de financiar iniciativas para proteger la floresta, sumándose a los aportes de Noruega y Alemania en el Fondo Amazonía, algo que hasta el momento ha rendido pocos frutos.