El fascinante origen histórico de los apellidos: ¿Cuándo y por qué empezamos a llevarlos?
Cada individuo posee, como mínimo, un nombre y un apellido, y sería extremadamente inusual encontrarnos con alguien que carezca de ellos, ya que resultaría casi imposible identificarlo.
Sin embargo, es importante destacar que no siempre fueron utilizados por las personas. En esta ocasión, compartiremos cómo se originaron los apellidos y algunas características fascinantes asociadas a ellos.
Todo inició en la Edad Media
El concepto de apellido es relativamente moderno en la historia humana, ya que su uso se remonta a la Edad Media en países occidentales. Anteriormente, en la antigüedad, las personas eran identificadas por un solo nombre que hacía referencia a alguna característica específica, como su lugar de origen, ocupación o rasgo físico.
En consecuencia, figuras destacadas de la historia, como Homero, Herodoto, Augusto, Nerón, Sócrates, Heráclito, Alejandro, Virgilio, Calígula, Atila, entre otros, eran conocidas por su único nombre, sin la utilización de apellidos.
Un poco de historia
Durante la Edad Media, en gran parte de Europa, los oficios se transmitían de generación en generación dentro de las familias, lo que facilitaba su identificación y llevó al surgimiento de los apellidos.
De esta manera, cada grupo familiar adoptaba un apellido específico según su ocupación. Por ejemplo, aquellos que trabajaban con metales llevaban apellidos como Herrero, Herranz, Ferreiro, Ferreyro, Smith o Schmidt.
Los sastres eran identificados como Schneider o Taylor, mientras que los fabricantes de calzado eran conocidos como Zapatero, Schumacher o Sabater. En el caso de quienes confeccionaban prendas de vestir, se encontraban apellidos como Ravelino o Rabellino.
Los dedicados a la ganadería llevaban apellidos como Baquero, Bover, Boher, Bouffard, Bouvier o Boeve, mientras que los molineros eran conocidos como Moliner, Müller o Miller. Por último, aquellos involucrados en la pesca adoptaban apellidos como Fisher o Schiffer.
Los apellidos en Perú
En el Perú, se adoptó la costumbre española de utilizar apellidos a partir de una ordenanza impuesta en 1501 por el cardenal Francisco Jiménez de Cisneros.
Antes de la llegada de los españoles, en nuestro país no se conocían los apellidos y las personas recibían nombres que reflejaban cualidades personales, animales, lugares o fenómenos naturales.
Tras la conversión al catolicismo, los indígenas recibían un nombre castellano y añadían un apellido de origen quechua o aimara, como Guamán, Huamán, Chipana, Condori, Huaylas, Yupanqui, Mamani, Ayaypoma, Túpac, Quispe, Pinchi, entre otros.
A partir del siglo XIX, tanto en España como en Hispanoamérica, se empezó a utilizar el sistema de doble apellido, donde se incluye el apellido del padre y luego el de la madre. Anteriormente, las personas se identificaban con su nombre y un mote, por lo que incluso hermanos podían tener apellidos diferentes.