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Wiñaypacha y sus públicos

Vi la película Wiñaypacha (2017) de Óscar Catacora en el Museo de la Nación de Lima en julio de este año.

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30/12/2018 / Exitosa Noticias / Edic. impresa / Actualizado al 09/01/2023

Por Juan Zevallos Aguilar

Vi la película Wiñaypacha (2017) de Óscar Catacora en el Museo de la Nación de Lima en julio de este año. La sala estaba repleta. Unas dos terceras partes del público estaba integrada por ayma­ras establecidos en Lima. Su asistencia fue un evento fa­miliar. Se podía distinguir a abuelos, hijos y nietos que se comunicaban en español y aimara. Cuando terminó la proyección la gente em­pezó a hablar. Las familias aimaras se reconocieron en la película. Vieron sus luga­res de origen, actividades que dejaron de hacer y es­cucharon su propia lengua. Escuché que la película les pareció demasiado triste.

La segunda vez que vi Wi­ñaypacha fue en un cine de la ciudad de Columbus, EE.UU., en el reciente octubre. Me encargaron hacer la presentación y dirigir el coloquio después de su pro­yección. La mayoría del pú­blico asistía al II Congreso de Lenguas y Culturas Indígenas que se llevó a cabo en el cam­pus de la Universidad Estatal de Ohio. En mi introducción mencioné que Wiñaypacha trata sobre la vida cotidiana de una pareja de octogena­rios aimaras que esperan el retorno de su único hijo.

Hice también un resumen sobre los comentarios que realzan su calidad artística. El filme no tiene el único mérito de ser la primera película de fic­ción en aimara. Es una ópera prima que tiene conexiones con el neorrealismo italiano. Para esta escuela, lo impor­tante era filmar una historia realista sin importar los lími­tes de un presupuesto preca­rio que obligaba a recurrir a la actuación de gente común y utilizar un mínimo de re­cursos cinematográficos. También recordé sus vínculos con el mejor cine japonés. En varias películas de Akira Kuro­sawa y Yazujiro Ozu los soni­dos naturales y la naturaleza también son personajes, hay ausencia de música de fondo y las tomas son hechas con una cámara fija.

El coloquio fue muy anima­do. Documentalistas presen­tes subrayaron su calidad cinematográfica. El resto de los comentarios se refirió al contenido. Entre ellos una co­lega coreana, un catedrático ancashino y un realizador de cine neoyorquino considera­ron que Wiñaypacha trataba de un problema importan­te de la condición humana actual. Es decir, la película representa la realidad del envejecimiento, los achaques que conllevan y la emergen­cia de un nuevo problema social. Debido a reformas o desaparición de sistemas de jubilación y pensiones, dobles o triples jornadas de trabajo de hijos o nietos, los ancianos son dejados a su propia suerte. Añadí que la película también alude a los efectos del calentamiento global. La vida en el campo se hace invivible para las nuevas generaciones y cada vez apa­recen más pueblos fantas­mas. Los jóvenes ya no pue­den practicar la agricultura y ganadería, por eso tienen que .migrar a las ciudades para conseguir trabajo.