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OPINIÓN | María del Pilar Tello: ¿Transición veinte años después?

El 28 de Julio el presidente Martín Vizcarra presentó ante el Congreso una iniciativa de adelanto de elecciones para que Ejecutivo y Legislativo sean renovados en el plazo de un año.
04-08-2019

El 28 de Julio el presidente Martín Vizcarra presentó ante el Congreso una iniciativa de adelanto de elecciones para que Ejecutivo y Legislativo sean renovados en el plazo de un año. Su propuesta responde a la prolongada colisión de poderes, improductiva y sistemática y está ligada a una reforma constitucional para acortar mandatos y adelantar elecciones.

Si el Congreso acepta procesarla se abriría un periodo de tran­sición cuyo antecedente más cercano es del año 2000 cuando Alberto Fujimori, agobiado por las denuncias y evidencias de corrupción personal y de su asesor Vladimiro Montesinos, se vio forzado a recortar su mandato y convocar a un proceso elec­toral adelantado, inhibiéndose de participar. Todo se precipitó cuando desde el exterior envió su renuncia por fax y el presi­dente del Congreso Valentín Paniagua fue proclamado presi­dente constitucional.

Casi veinte años después entraríamos a un escenario similar. El Congreso tendría que aprobar la propuesta de reforma en dos legislaturas con 87 votos o por mayoría calificada para que el pueblo la decida en referéndum. No sabemos si lo hará o será una turbulencia más en el ambiente convulso que hemos vivi­do desde el 2016 hasta ahora.

Una transición puede ser muy importante y dejar una huella más profunda que los nueve meses de su duración. Depende de quien la lidere para renovar la confianza de la gente que quiere creer y espera ser atendida en sus necesidades más urgentes. Y es un desafío para toda la clase política obligada a encontrar recursos desde el consenso y el dialogo

La propuesta de Vizcarra ha traído incertidumbre y crisis de gobierno en momentos en que los políticos afrontan graves problemas derivados del huracán Lava Jato al punto que pare­ce difícil hablar de generosidad o de perspicacia para postergar intereses propios o de grupo para pensar en el Perú primero.

Vizcarra habla de una salida ordenada a la crisis “con un año de transición en vez de dos años de confrontación”. Correspon­dería a todos los sectores actuar con más calma y menos impro­visación teniendo en cuenta que no siempre la algarada de las calles tiene la razón. Se requiere voluntad política y reflexión para atenderlas sin patear el tablero. No lo hicimos en el 2000 no debemos hacerlo ahora. La inestabilidad acecha a la econo­mía y a la democracia.

Bien que el premier Del Solar converse con todas las bancadas porque no es momento para imponer nada. El Ejecutivo ingresó en su etapa de Pato Rengo y el Congreso haría bien en decidir con su nueva directiva una agenda común de atención a pro­blemas como la violencia urbana y la situación económica. Ne­cesitamos más equilibrio y menos beligerancia y por supuesto menos improvisación. La política no es un juego y menos lo es definir el destino nacional.

Valentín Paniagua inició su Transición el 22 de noviembre de 2000 con una situación socioeconómica complicada que cen­traba la atención y las expectativas, exhausta por una prolon­gada recesión. Convocó al peruano más notable como Primer Ministro, Javier Pérez de Cuéllar quien ante el Congreso anun­ció como objetivos un proceso electoral limpio y transparente y asegurar la estabilidad económica y política para dejar a la nue­va administración una economía saneada y con financiamien­to suficiente para una gestión favorable. Era lo mínimo para recibir el apoyo de la opinión pública y nueve meses después, Paniagua cumplió con eficacia y honestidad remarcable.

Estos objetivos podrían ser calcados en estos días de turbulen­cia y crispaciones. Con tantas urgencias y deficiencias y con tan poco tiempo habría que rogar que la transición que se propone funcione como la del dos mil ejemplarmente dirigida por Va­lentín Paniagua. Pero, ¿quién sería el líder? Teniendo en cuenta que la presencia de Martín Vizcarra está siendo cuestionada la respuesta es todavía esquiva.

Por María del Pilar Tello / profesora universitaria, política y abogada.