04/08/2019 / Exitosa Noticias / Edic. impresa / Actualizado al 09/01/2023
El 28 de Julio el presidente Martín Vizcarra presentó ante el Congreso una iniciativa de adelanto de elecciones para que Ejecutivo y Legislativo sean renovados en el plazo de un año. Su propuesta responde a la prolongada colisión de poderes, improductiva y sistemática y está ligada a una reforma constitucional para acortar mandatos y adelantar elecciones.
Si el Congreso acepta procesarla se abriría un periodo de transición cuyo antecedente más cercano es del año 2000 cuando Alberto Fujimori, agobiado por las denuncias y evidencias de corrupción personal y de su asesor Vladimiro Montesinos, se vio forzado a recortar su mandato y convocar a un proceso electoral adelantado, inhibiéndose de participar. Todo se precipitó cuando desde el exterior envió su renuncia por fax y el presidente del Congreso Valentín Paniagua fue proclamado presidente constitucional.
Casi veinte años después entraríamos a un escenario similar. El Congreso tendría que aprobar la propuesta de reforma en dos legislaturas con 87 votos o por mayoría calificada para que el pueblo la decida en referéndum. No sabemos si lo hará o será una turbulencia más en el ambiente convulso que hemos vivido desde el 2016 hasta ahora.
Una transición puede ser muy importante y dejar una huella más profunda que los nueve meses de su duración. Depende de quien la lidere para renovar la confianza de la gente que quiere creer y espera ser atendida en sus necesidades más urgentes. Y es un desafío para toda la clase política obligada a encontrar recursos desde el consenso y el dialogo
La propuesta de Vizcarra ha traído incertidumbre y crisis de gobierno en momentos en que los políticos afrontan graves problemas derivados del huracán Lava Jato al punto que parece difícil hablar de generosidad o de perspicacia para postergar intereses propios o de grupo para pensar en el Perú primero.
Vizcarra habla de una salida ordenada a la crisis “con un año de transición en vez de dos años de confrontación”. Correspondería a todos los sectores actuar con más calma y menos improvisación teniendo en cuenta que no siempre la algarada de las calles tiene la razón. Se requiere voluntad política y reflexión para atenderlas sin patear el tablero. No lo hicimos en el 2000 no debemos hacerlo ahora. La inestabilidad acecha a la economía y a la democracia.
Bien que el premier Del Solar converse con todas las bancadas porque no es momento para imponer nada. El Ejecutivo ingresó en su etapa de Pato Rengo y el Congreso haría bien en decidir con su nueva directiva una agenda común de atención a problemas como la violencia urbana y la situación económica. Necesitamos más equilibrio y menos beligerancia y por supuesto menos improvisación. La política no es un juego y menos lo es definir el destino nacional.
Valentín Paniagua inició su Transición el 22 de noviembre de 2000 con una situación socioeconómica complicada que centraba la atención y las expectativas, exhausta por una prolongada recesión. Convocó al peruano más notable como Primer Ministro, Javier Pérez de Cuéllar quien ante el Congreso anunció como objetivos un proceso electoral limpio y transparente y asegurar la estabilidad económica y política para dejar a la nueva administración una economía saneada y con financiamiento suficiente para una gestión favorable. Era lo mínimo para recibir el apoyo de la opinión pública y nueve meses después, Paniagua cumplió con eficacia y honestidad remarcable.
Estos objetivos podrían ser calcados en estos días de turbulencia y crispaciones. Con tantas urgencias y deficiencias y con tan poco tiempo habría que rogar que la transición que se propone funcione como la del dos mil ejemplarmente dirigida por Valentín Paniagua. Pero, ¿quién sería el líder? Teniendo en cuenta que la presencia de Martín Vizcarra está siendo cuestionada la respuesta es todavía esquiva.
Por María del Pilar Tello / profesora universitaria, política y abogada.