25/08/2019 / Exitosa Noticias / Edic. impresa / Actualizado al 09/01/2023
Lejos de los excesos, cerca del equilibrio indispensable, hacer política significa solucionar conflictos dentro de las instituciones. Para ello se necesita mucha flexibilidad. Las cabezas del Ejecutivo y Legislativo deben buscar y encontrar una salida más cerca de la racionalidad y más lejos de la anarquía. Es posible avanzar en una agenda consensuada y un gabinete de unidad nacional, multipartidario, con profesionales notables dispuestos a poner el Perú primero. Martín Vizcarra debe fijar la fecha y negociar el adelanto de elecciones que hoy es la manzana de la discordia.
Hoy más que nunca requerimos del ánimo dialogante para dejar de lado la terquedad que nos ha llevado a esta crisis política multiforme que se traduce en una total incertidumbre respecto de quien gobierna en el Perú y de quién gobernará en el corto y mediano plazo. Agravada por la desconfianza en los políticos y en las instituciones que nos saturan con escándalos por corrupción o por ineficiencia.
Si queremos proyectar estabilidad para recuperar inversiones y avanzar al desarrollo necesitamos reconstruir credibilidad y autoridad. Lo que estamos viviendo es un severo retroceso, no un simple bache en el camino, un momento muy difícil de indefensión e irresponsabilidad. Nadie garantiza nada y lo único que le queda al ciudadano es preocuparse por su propia supervivencia y la de su familia. Este es el estado de ánimo del pueblo al que Martín Vizcarra alude como infalible decisor. Hay hartazgo de confrontaciones, pugnas, descalificaciones e intolerancia a lo que se agregan una enorme corrupción y desconfianza en instituciones, partidos y políticos. Nadie se salva, menos aún un Presidente que no gobierna y quiere irse o un Congreso impopular por escandaloso e ineficiente.
Basta de amenazas de vacancias presidenciales o de cierres congresales. El pueblo pide soluciones a problemas concretos y lo que ve es un entrampamiento político que empeora las cosas. Ambos poderes debieron ponerse de acuerdo hace tiempo en una agenda mínima para enfrentar la violencia urbana, la economía, la salud y el desempleo, entre temas esenciales, pero se han distraído abordando reformas que siendo importantes no se concretan. Ni la judicial bloqueada sin haberse designado la Junta Nacional de Justicia, ni la política que aprobada por el Parlamento, y con las autógrafas en Palacio hace 17 días, el Presidente ni las observa ni las promulga.
La desconfianza y el cuestionamiento a nuestro sistema político están llegando a la desmesura. El debate mediático deja en claro el desprestigio de los políticos que desatienden el interés general y no exhiben transparencia ni ética.
Martín Vizcarra pidió al Congreso de la República que plantee alguna vía de solución sobre el adelanto de las elecciones que aún no ha sido debatido ni aprobado. Pero después ha dicho dice que su propuesta no es negociable echando más sombras sobre la economía e incrementando el temor y la incertidumbre. El presidente debe entender que es indispensable que se reúna con Pedro Olaechea para ponerse de acuerdo en una agenda común que atienda los reclamos sociales. Que el presidente recuerde sus propias palabras y no se contradiga “Busquemos la forma de encontrar una salida a este entrampamiento, y el planteamiento que hacemos como Ejecutivo, responsablemente, es este proyecto de adelanto de elecciones. Si hay otra opción, que la planteen”.
Y está planteada, es posible dar a los distintos sectores un asiento en un gabinete de unidad nacional para mirar a un mismo objetivo y abandonar el choque estéril. Tiempo de aceptar la mano tendida del titular del Congreso. Tiempo de pasar de la palabra a la acción sin demagogia, retrocesos ni incoherencias. Siempre pueden venir cosas peores.
Felicitaciones al magistrado Jorge Chávez por su rechazo a la prisión efectiva para PPK. El pedido del fiscal Domingo Pérez es penalmente insolvente, irracional e inhumano para el ex mandatario enfermo, solo y sin familia, encerrado en su domicilio. Las visitas son necesarias para su fortaleza emocional y ningún exceso debe aceptarse en un Estado de Derecho.
Por María del Pilar Tello / Profesora universitaria, analista política y abogada.