OPINIÓN | María del Pilar Tello: No a la concentración del poder
Por María del Pilar Tello / profesora universitaria, analista política y abogada.
Gonzalo Chávarry debe renunciar a la Fiscalía de la Nación. Ha incurrido en errores garrafales, aunque no en delitos. La situación es grave en una institución de mandato vertical y personalísimo que carece de mecanismos para la defensa de su autonomía y a este vacío legal debería abocarse el Congreso. Es imperativo fortalecerla con elementos jurídicos para una solución constitucional propia.
Chávarry se ha quedado sin juego, sin capacidad de maniobra. Las calles están contra él, los medios de comunicación consensuados por el presidente dan casi total apoyo a la intervención sin debatir las aristas y los riesgos políticos.
Preocupa la anarquía en esta institución fundamental. También el acuerdo de colaboración entre Odebrecht y la Fiscalía que Martín Vizcarra fue el primero en cuestionar en su aspecto clave, aquel que permitiría a la empresa operar y vender sus activos en el Perú.
Hay aprovechamiento político de la situación y hay riesgo para la democracia. Las protestas continúan y el ambiente parece propicio para declarar la emergencia del MP bajo amenaza de cuestión de confianza si la mayoría congresal se niega. Pero cuando la política y la información conectan con las pasiones y se alejan de las razones, no se pueden resolver conflictos y menos con actos unilaterales por más legitimidad que pretendan.
Si el Perú logró una correcta transición presidencial gracias a una lúcida interpretación constitucional y se procesó con madurez política y cívica la renuncia de PPK para dar paso al gobierno de Martín Vizcarra, por qué no esperar que en un nivel menos encumbrado como es la Fiscalía de la Nación se activen los mecanismos internos para evitar soluciones que lesionen la autoestima institucional y el equilibrio de poderes.
Fortalecer las instituciones, no debilitarlas, es la regla de la democracia. Respetar el Estado de Derecho y prevenir el abuso. Sería gravísimo retornar a los noventa cuando el fujimorismo conectó con las masas, concentró los poderes del Estado y acabó con una corrupción descomunal dirigida por un dúo nefasto que buscó medidas populares para incrementar su aprobación y perpetuarse en el poder.
El Congreso debe permitir que la Fiscalía solucione internamente su crisis. La calle argumenta que está tomada por una mafia, pero esto no obedece a la razón ni a la prueba. Temores y pasiones se atrincheran mientras un cierto aliento autocrático silba sobre nuestras cabezas. Que las manipulaciones o intereses ocultos no se lleven de encuentro una institución esencial para la anticorrupción y de paso el fundamental equilibrio de poderes. ¡Cuidado!