30/12/2018 / Exitosa Noticias / Edic. impresa / Actualizado al 09/01/2023
Por Julio Schiappa Pietra / analista y consultor político
Salvo diagnóstico de autopsia en contrario, los candidatos del 2016 quedaron fuera de juego para siempre. Excepción hecha de Julio Guzmán que volvería en olor de santidad a las ligas políticas, precisamente en estos días.
Horrible, oye, la desaparición de tanto partido pero así aparece en las mediciones de opinión y en el ánimo de esas calles digitales que son las redes.
Nunca he creído en la nomenclatura que usamos los periodistas, como eso de “clase política”, que es una manera de agrupar en un solo montón a los que se dedican a la política. Allí caben políticos profesionales, operadores partidarios, representantes elegidos y un buen conjunto de oletones y curiosos más.
Y no lo creo desde que los partidos nacionales peruanos fueron devorados por los grupos regionales, y dejaron de tener representación local, gracias a la improvisada regionalización del régimen toledista 2001-2006.
La experiencia peruana demuestra que el reemplazo radical de lo local por lo nacional, es funesto para la integración del país, para su sistema político y para la representación del pueblo.
Se acaba de cambiar la ley, pero en un momento hubo más de 4 mil partidos municipales y hay todavía varias decenas de grupos regionales que dispersan anárquicamente la representación y el poder del Estado.
Hasta hace poco, estos grupos podían dejar de participar en elecciones. Los resultados políticos de esta clase de regionalización deben ser urgentemente revisados. Lo mismo que el mantenimiento de una inscripción con teflón: no participas en elecciones y mantienes tu partido. Eso debe llevar a la anulación y reinscripción de todos los partidos políticos como primera medida de la reforma política de la Comisión Tuesta.
Tras piedras, palos, en el sistema actual, en la práctica se elimina la posibilidad que los partidos nacionales sean el canal de la representación regional y local. La facilidad para inscribir movimientos locales, la prédica de un descentralismo radical por parte de grupos que han vuelto un negocio los procesos electorales y la pésima representación parlamentaria y local, han abonado el terreno. Eso debilita al Estado y a la democracia, cuando estos grupos llegan al poder y gobiernan al margen del Estado central. Sistemas como este no existen en las democracias viables en el mundo. El mejor ejemplo es EE.UU., adonde hasta la elección del Sheriff enfrenta al Partido Republicano con el Demócrata.
Prioritaria reforma que debería también contemplar la Comisión Tuesta, revisando las formas de representación y proponiendo mecanismos que consoliden un sistema de dos a cuatro partidos que serían los articuladores de la representación a nivel nacional.
Quedaría así en manos de muy pocos partidos la responsabilidad de conducir el Estado a todos los niveles.
Y, ojo. los sistemas débiles son el caldo de cultivo de la corrupción, como se ha visto en el caso de numerosos presidentes regionales, alcaldes y parlamentarios en problemas con la ley.