OPINIÓN | Julio Schiappa: La espiral de la muerte
La “espiral de la muerte” se produce cuando la hormiga que marca el ritmo se desorienta y empieza a dar vueltas en círculo. Esto crea una trampa mortal. Ya que cada miembro del grupo sigue a la que tiene delante, girando hasta que mueren exhaustas. Así está pasando en el Perú de hoy.
Este ejército cumple una labor burocrática fundamental: alimentar a la reina que asegura la reproducción. La reina viene a ser, en esta comparación, el símil del Estado peruano. Solo come (o gasta) todo el día, duerme mucho y solo se reproduce. A La reina (el Estado), egoísta a mas no poder, no la mueve el altruismo, ni la identificación con los pobres y la patria. El sistema de Estado, basado en la reina, diseñado por los neoliberales durante los últimos 30 años y por las diversas oligarquías desde 1895 cuando (tras la sangrienta revolución de Piérola contra Cáceres) se restituyen algunas funciones del Estado destruido por la guerra con Chile.
Este Estado sigue basado en la lógica de la reina: un centro de poder que era el patrón de todas las clientelas (hormigas) políticas y fácticas del país. No era un Estado destinado a servir a la gente, era un Estado que barría para dentro y que hasta la revolución de Velasco no tenía rasgos nota bles de inclusión y modernidad.
Entre 1980 y 2022 el Estado nunca fue la maravilla idealizada, que los tecnócratas neoliberales reiteran estos días, cuando aporrean al gobierno para sacarlo del poder. Frágil memoria, olvidando que ellos eran la barra brava de occidente, que negoció las privatizaciones de Fujimori, los contratos del gas, minas y petróleo, la estafa de las licitaciones de puertos y aeropuertos, y, un caballo de Atila que pisó la soberanía del Perú: Odebretch.
La articulación de los gobiernos de Toledo, Alan García II, Humala y PPK, con la mafia brasileña, nos puso al nivel del Estado del Guano y el Salitre, avergonzándonos de ser peruanos. Sometidos a dueñas y dueños del hormiguero, mientras obreras y esclavas correteaban para alimentarlas. Por ello resulta insólito escuchar a ministros
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