OPINIÓN | Jaime O. Salomón: Dictadura a la chingada
Chingada es una común expresión mexicana que tiene variados significados, aplicables a gusto del comensal.
Mientras que dictadura tiene definiciones ligadas a sobreponer intereses propios sobre los que una nación requiere o sobre lo que un congreso debe y puede hacer.
Cual moneda de dos caras, a la chingada con todo lo que viene pasando que atenta con el trabajar por lo que el Perú merece, que nos lleva a pensar en las dictaduras, desde las que usan las armas hasta las que usan las palabras como elementos de combate político.
Algunas empezaron con un golpe de Estado, sin legalidad; otras más modernas y políticas por copamiento, ejerciendo sometimiento, coaxionando, alineando todo a sus intereses grupales, y con ingredientes finales de poco respeto por la institucionalidad, por la independencia de los poderes del Estado y por la democracia.
Las reglas de juego existen y son claras; el tema es que en pleno siglo XXI diversos equipos políticos jugaban a proteger el statu quo a sabiendas que los árbitros aplicarían las reglas para conveniencia mutua, es decir, buscando la legalidad para justificar la ilegalidad, hasta con estrategias de interpretaciones auténticas aprendidas desde la década de los años 90.
A ello se le puede adicionar cierto interés en crear un nuevo orden basado en la eliminación de los enemigos del futuro régimen, que pudieron hacer peligrar el estado de Derecho y respeto a la Constitución.
Las decisiones se toman y las consecuencias siguen su curso, como es el caso de la pseudodictadura congresal que, durante dos años y seis meses, complicó y obligó a aquellos a subliminarse y seguir al rebaño, por la falta de ideología a seguir y por la carencia de pedigrí político de algunos elegidos. Hoy se aprecian actores nerviosos por la falta de mosqueteros y de personas (visibles) que les digan qué rumbo y estrategia tomar, y ello viene ocasionando una estampida.
Veremos más bancadas en el Congreso y más comisiones en manos de personas idóneas que esperemos que ahora sí trabajen y limpien los cientos de casos que están durmiendo en la comisión de acusaciones constitucionales, como causa de la “pastillita” que los motivó. Si no es ahora, ¿cuándo?
Trabajen por el Perú