OPINIÓN | Eduardo González Viaña: Una carrera para el Perú
¡Vaya, vaya! Otra carrera para el Perú- exclamó asombrado el taxista que me llevaba al aeropuerto a despedir a mi hija Anabelí, y me contó que, todos los días durante la semana, había tenido viajeros con ese destino.
En efecto, el Perú es uno de los países sudamericanos más visitados. Además de la comprobación del taxista, se puede saber esto por diferentes estadísticas internacionales. Sin embargo, hay un dato que yo desconocía, y es el grado de confianza en la seguridad del país que tienen los viajeros.
- Todos regresan encantados- aseguró el chofer, y añadió que la comida peruana es la mejor del mundo.
Traté de conducir la conversación al punto que más me interesaba: la confiabilidad del país.
-¿Es seguro viajar al Perú? - le pregunté porque una nota periodística pergeñada con mala leche echa dudas sobre ese asunto.
-¡Claro que lo es, y así lo sienten todos! Ayer recibí, en diferentes vuelos, a una familia que venía de Cusco y a una pareja de jóvenes que se conocieron escalando una montaña. Creo que su falta de miedo al peligro es lo que ahora los empuja al matrimonio.
El Ministerio de Asuntos Exteriores de España habla de una zona afectada por el narcotráfico, el VRAEM, y da algunos consejos sobre los viajes en Amazonas y Loreto. Cualquier viajero que siga estas recomendaciones puede sentirse completamente seguro.1
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Por otro lado, ese ministerio señala que “la atención en clínicas y hospitales es adecuada, pero sujeta a pago” y, por lo tanto, subraya la necesidad de haber contratado un seguro médico y de viaje lo más amplio posible.
Al Perú se le conoce también como uno de los mejores destinos para viajar en solitario puesto que tiene una enorme red de servicios e instalaciones turísticas, que incluyen los hostels para mochileros.
Eso sí, la mayor desgracia de la que el Perú no se libra es la de la violencia contra la mujer, que puede dar origen a perversas agresiones sexuales. La mejor manera de evitarlas es seguir los caminos que la prudencia exige.
Cuando estábamos por llegar a mi casa, el taxista me preguntó si tenía mucha prisa porque quería invitarme un café. No lo hicimos, pero lo haremos porque en verdad quiere que este peruano conozca a su mujer y sus hijos y los anime a viajar algún día a las tierras sagradas del sol.
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