OPINIÓN | Carlos Jaico: Sobre el ingreso libre a universidades
Como estudiante extranjero, uno de los requisitos para ingresar a las universidades suizas fue pasar el examen de admisión. Había ciertas excepciones para algunos países, pero venir del Perú significaba tener algunas deficiencias en la formación secundaria. Las autoridades suizas debían asegurarse que el ingresante contaba con los conocimientos necesarios y aptitud para cursar los exigentes estudios en la facultad.
Cabe recordar que la tasa de licenciados es de 70%. Esto significa que, de cada 10 ingresantes, 3 no llegaron a culminar sus estudios. Asimismo, de la población suiza solo 17,5% de la franja etaria entre 30 y 34 años ha acabado una formación profesional superior. El resto de la población económicamente activa ha preferido otras formaciones independientes. Por la amplia oferta profesional, más del 99% de empresas son Pymes o MiPymes.
Una conclusión liminar es que los estudios desde la escuela inicial, están hechos para brindar a los alumnos las posibilidades de avanzar de acuerdo a su vocación y capacidades. Eso significa que quien llegó al final de la secundaria (bachillerato), ha logrado demostrar que sí puede continuar hacia estudios que exijan más su intelecto.
Para evitar estos desaciertos, el alumno sigue una orientación profesional, la cual debe guiarlo hacia otras opciones de acuerdo a sus posibilidades de formación técnica, cuya verdadera denominación debería ser “formación profesional”. Esto también le permite elegir mejor sus opciones profesionales, evitando las academias preuniversitarias y la frustración de perder años de estudio.
Desde hace tres décadas, la expansión de la oferta universitaria ha democratizado su acceso al flexibilizar el ingreso de nuevos estudiantes. Sin embargo, el sistema ha ocasionado la precarización de los estudios. Entonces, la reflexión sería de saber si se ha logrado colmar las brechas de infraestructura y formación en la escuela primaria y secundaria. Esto como indicador del nivel de formación de nuestros futuros universitarios.
Luego, debemos ver cuál es la visión de la educación peruana para sus educandos. La experiencia indica que debemos ampliar la oferta profesional -para no concentrarla en un solo sector- y orientar la formación a lo que necesita el país para su desarrollo. Sin estas políticas de Estado, más aún en este nuevo milenio, el acceso libre a las universidades impulsaría las carreras profesionales sin ajustarse al entorno macroeconómico, generando un exceso de graduados que harían sobreabundar la oferta.
La consecuencia se podría ver en la rarificación de puestos de trabajo, salarios decrecientes y servicios profesionales de mediana calidad. Es precisamente lo que una economía como la nuestra debe evitar.
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