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OPINIÓN | Ántero Flores-Aráoz: Mal policía vs. buen policía

Deberíamos tener policías honestos y, saber que cuando no lo son, hacen grave daño a sus colegas qué si lo son, perdiéndose el respeto ciudadano en todos, situación que no es justa.

18/08/2019 / Exitosa Noticias / Edic. impresa / Actualizado al 09/01/2023

Por Ántero Flores-Aráoz / expresidente del Congreso de la República.

En nuestro querido Perú, somos muy inclinados a hacer falsas generalizaciones. En efecto, si un perio­dista es “mermelero”, se hacen generalizaciones que afectan a miles de periodistas honestos y cumplido­res de sus obligaciones profesionales y éticas.

Del mismo modo si hay abogados que incumplen las normas de su Código de Ética, engañan a sus patrocina­dos, se “venden” a la parte contraria o “embarran falsa­mente” a magistrados que imparten justicia, e inmedia­tamente algunos irresponsables dicen: los abogados son inescrupulosos y otros calificativos inenarrables.

A los fiscales y jueces les cuelgan infinidad de “sanbeni­tos”, se pide dinero en su nombre y ser les enloda. ¡Qué hay malos magistrados, no es secreto!, pero que todos lo sean, tampoco. Los hay excelentes, de gran capacidad jurí­dica y de comportamiento ejemplar.

El caso de los médicos no es diferente. Basta que un paciente no quede satisfecho para que denigre a todos los profesionales de la salud, también con adjetivos agraviantes.

En todas las profesiones y actividades humanas sucede algo parecido y, ello por el facilismo en hacer generaliza­ciones en lugar de singularizar los casos reñidos con la moral, que los hay y no son pocos.

Bueno pues, la Policía no es excepción a las injustas ge­neralizaciones. Basta que un policía responda pidiendo la suya al “¿cómo se arregla jefecito?”, para que todos los policías pasen a ser unos facinerosos. No señor hay poli­cías honestos que tienen muy firmes el antiguo lema: “El Honor es su Divisa”.

El caso policial es de gran impacto. Pues la colectividad requiere confiar en su organización policial y en sus in­tegrantes. Desea nuevamente ver en las calles a policías respetables y respetados. Los mayores añoran al famoso Sargento Nonones y, a todos los de su misma profesión que lo tenían de modelo.

Los policías, como autoridades, son lo más cercano a la población, que sabe que están llamados a poner orden, custodiar las instalaciones públicas, brindar ayuda en los casos que se requiere, hacer respetar las reglas de convi­vencia pacífica entre los ciudadanos, recibir las denuncias y hasta hacer de conciliadores y pacificadores en diversi­dad de conflictos que resuelven sin tener que recurrir a la autoridad del juez de paz.

Por lo dicho, deberíamos tener policías honestos y com­prometidos y, saber que cuando no lo son, hacen grave daño a sus colegas policías qué si lo son, perdiéndose el respeto ciudadano en todos, situación que no es justa.

Dado lo anterior, es absolutamente legítimo que se ex­pida nueva normativa respecto al régimen disciplinario policial que uniformice y simplifique los procesos disci­plinarios administrativos, sin perjuicio de la sanción ju­risdiccional en caso de delito.

Pese a lo expuesto, creemos que aun falta un tema sus­tantivo, como la expulsión y degradación administrativa de policías que dañan a su institución y colegas honora­bles y, ello requiere de una pequeña reforma constitu­cional parcial, dado que el artículo 174 de nuestra Ley de Leyes, solo permite el retiro de grado y honores por sen­tencia jud9iicial. Es tema pendiente.

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