Once años sin ese sentimiento vocal de Arturo 'Zambo' Cavero
“Yo canto achoradito, no lo niego. Porque he gorreado tranvía, he tirado perro muerto, he estudiado en Escuela Fiscal, y en Gran Unidad Escolar, y de ahí no paré hasta San Marcos. Que si salgo pavo me gradúo de cojudo y pa' cojudo no se estudia”, decía don Arturo 'Zambo' Cavero.
Ayer se conmemoró los once años de la partida de Arturo Cavero (1940-2009). Nació en la Maternidad de Lima y, cuenta su leyenda, que desde los dos años ya golpeaba las latas en busca de sonidos.
Muchos lo recordamos con su voz potente, acompañado con la guitarra salpicada de silencios y síncopes de Oscar Avilés, las canciones con metáforas apta para todos de Augusto Polo Campos. Era combinación que tocó las fibras más sensibles de patriotismo.
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Cuando le gritaban ¡zambo!, era un piropo que respondía con la mano en alto. Ese sobrenombre se lo aherrojó Guido Monteverde, un periodista que gustaba de bautizar a medio mundo con apelativos. Y vaya que la chuntó. Cavero era zambo por sus cuatro costados. “Zambo no tiene nada de malo. Es un tipo de mestizo, de indio con negro. Mi papá era cholo y mi mamá era morena”, respondió en una entrevista.
Cantante y cajonero, el “Zambo” empezó en 1973 a cosechar éxitos mayores al lado del guitarrista Oscar Avilés (dice Augusto Polo Campos, el Ferrando del criollismo, juraba que él fue quien llevó al joven cantor para que lo escuche el recorrido cuerdista del bigotito eterno).
Entre 1973 y 1983, Cavero y Avilés fecundaron 10 elepés de resultado imbatible, coreados en cualquier reunión, de callejón o salón; y en cada esquina donde haya un peruano.