OPINIÓN | Rubén Quiroz Ávila: El teatro virtual
El teatro tal como la concebimos hasta ahora, puede cambiar. Todo arte evoluciona y avanza hacia redefiniciones. Esta peste global revela también que necesitamos de nuevos modos de concebir las formas artísticas.
En el caso de las artes escénicas, dependen mucho del contacto directo con el público. Además, es la definición de la misma existencia del teatro como tal. Interactuar con el espectador en una sala física. Así ha sido desde sus orígenes. Aunque es posible que esto también cambie. Por ello, sería interesante plantearnos algunas interrogantes. ¿Se puede hacer una puesta de escena de manera virtual? ¿Ese evento online posible puede ser calificado como una obra de teatro? ¿Podemos visionar Collacocha o Los músicos ambulantes en vivo por medios virtuales? Si admitimos esa tesis, entonces, estaría ante una nueva forma de ver el teatro. O ¿no? ¿Deja de ser una obra teatral al transmitirse por streeming, por ejemplo? Si una de las definiciones para que exista el teatro es su representación y su desenvolvimiento ante un espectador. Ambas condiciones se cumplirían en una transmisión por internet. ¿O se necesita del contacto físico entre actor/actriz y espectador? Una respuesta inicial nos indicaría que no sería necesario ya que tanto los emisores como los receptores del mensaje estarían vinculados y conectados.
Lo que se modificaría es el soporte de ese intercambio. Lo que digo es que la puesta se haría de manera virtual y tendrían un público inmenso, casi interminable. Que, seguro, podría pagar por ver. ¿No es un sueño justamente que lo vean miles de espectadores? Para un mundo cada vez más solitario y con cuarentenas prolongadas deberíamos pensar en romper las mismas reglas de las cuales hemos heredado también los límites. Como toda frontera, esta se puede despedazar y resignificar. La nostalgia no debe atraparnos sino es para verla como una palanca para seguir subsistiendo como forma de arte. Es buen momento para repensar el teatro y descubrir sus nuevos caminos en los que la tecnología deja de ser un insumo más de uso escenográfico para más bien garantizar su propia sobrevivencia.