Opinión | Jorge Tineo: Dr. Feelgood: 30 años de un disco inolvidable
El quinto disco en estudio del cuarteto integrado por Vince Neil (voz), Mickey Mars (guitarras), Nikki Sixx (bajo, coros) y Tommy Lee (batería, coros) está de aniversario. Lanzado hace exactamente 30 años es, sin duda, el más sólido de su discografía.
Mötley Crüe es el grupo de metal ochentero por naturaleza, por encima de Bon Jovi, Ratt o W.A.S.P., tanto por sus desenfrenados hábitos como por su imagen visceralmente andrógina. Esta banda es el resumen de todo lo que definió al glam metal: peinados exagerados, harto maquillaje, cuero negro, poderosos ritmos amplificados y mucha diversión.
En 1989, si escuchabas Slayer, Anthrax o Metallica, la sola mención de Mötley Crüe era considerada un sacrilegio. Pero al escucharlos ahora, tres décadas después, uno puede reconocer que, detrás de ese escapismo de cascos ligeros e inaceptables conexiones con lo más sórdido del Sunset Strip -incluido el estatus de “celebridad pornográfica” que alcanzaría el baterista-, el hard-rock melódico de esta banda californiana realmente era estimable, cuando no bueno.
La excelente guitarra de Mickey Mars -y su misteriosa imagen - aportaba la dosis de seriedad necesaria y suficiente para balancear los disfuerzos amanerados de Neil, los excesos "satánicos" de Nikki Sixx -uno de los rockstar más descarriados de los ochenta- y la sobreactuada espectacularidad de Tommy Lee, todo tatuado y más amenazante de lo que eran sus canciones.
Dr. Feelgood (el disco), se trata de "rocanrolear" -como diría Álex Lora- hasta las 6 de la mañana sin parar, con canciones como Kickstart my heart, Same ol' situarion (S.O.S.), Slice of my pie o Don't go away mad (Just go away), perfectas para ser escuchadas al máximo volumen posible en un club nocturno. La infaltable power ballad es Without you, con Mars usando su bottleneck para darle ese feeling semi-country, un recurso común en los grupos de esta generación (recuerden sino a Cinderella, Warrant o Poison).
Mientras tanto Dr. Feelgood (la canción) es, de lejos, lo mejor del disco y se diferencia notablemente de la onda fiestera de los demás títulos. Hay algo en Mötley Crüe -quizás sea su vocación por las juergas y escándalos en la escena metalera gringa- que les da un aura maldita, mucho más dura de la que realmente poseen. De vez en cuando, eso se refleja en excelentes canciones de hard-rock como la mencionada Dr. Feelgood (o como su himno Looks that kill, del segundo álbum Shout at the devil de 1983).
Después de este disco, la banda ingresó en una espiral descendente que los hizo casi desaparecer, en tiempos en que el grunge comenzó a dominar la subcultura pop norteamericana a inicios de los noventa. Sin embargo -y después de varios procesos de desintoxicación- los Mötley Crüe se han reconectado con su público y están dando vueltas con una gira y documental de Netflix, The dirt, que ha sido bien recibido por la crítica especializada.