OPINIÓN | Giancarla Di Laura: La bienal Vargas Llosa y un político Blanco
Por Giancarla Di Laura*
“El atraso tiene su belleza. Y no me refiero al realismo mágico. García Márquez y compañía creen haberla visto, pero no vieron nada. El realismo mágico le puso colorete, alas y vestidos a la miseria”.
Esta es una cita de The Night (2016), primera novela del escritor venezolano Rodrigo Blanco Calderón (Caracas, 1981), con la que acaba de recibir el pasado jueves 30 de mayo en la ciudad de Guadalajara el premio de 100 mil dólares de la “III Bienal de Novela Vargas Llosa”. Previamente, la novela, polifónica y de corte policial, había obtenido el premio “Rive Gauche” de París en su traducción al francés por Gallimard.
El propio Blanco venía de ser uno de los autores seleccionados en el “Bogotá 39” del 2007, cuando sólo tenía 26 años. La acción de The Night transcurre durante apagones ocurridos el año 2010 en Caracas, por orden del gobierno de Hugo Chávez, y comparados con los ocurridos en La Habana durante el denominado “periodo especial” cubano de los 90. Noches de infierno son las que presenta la novela. Una violencia empapada de una de las ciudades más violentas es lo que transmite el autor. “Si pienso en una imagen para Venezuela, sería la de un circo sin pan”, ha expresado en una entrevista. Así, dentro de estas condiciones materiales de la ficción novelesca, un punto en común entre los protagonistas de la Bienal mencionada consiste en ese despacharse contra el Che Guevara, como vimos en el caso del finalista Gustavo Faverón y su novela Vivir abajo, o contra García Márquez (amigo hasta su muerte de Fidel Castro) y Hugo Chávez, como vemos ahora en el flamante ganador Rodrigo Blanco, quien en otra entrevista expresa sentir entre la opinión pública “que hay una lectura totalmente equivocada de Chávez”.
Es obvio que este certamen literario se ha convertido en una descarada maquinaria de propaganda política neoliberal. Sirve para apoyar los intereses de los grandes negociados editoriales y de paso apuntalar a la derecha internacional en su chantaje (bloqueos y terrorismo) contra regímenes rebeldes como los de Venezuela, Cuba y Nicaragua. La calidad literaria queda muy atrás.
Lo triste es que las justas protestas por la escasa participación femenina en este tinglado mediático pierden de vista el mencionado telón de fondo político. Si hubiera habido paridad de género entre finalistas, jurados y participantes en los debates, como reclamaba una carta firmada por más de cien intelectuales, ¿habría cambiado el sentido político del evento? ¿O se trataba solamente de ocupar un lugar más protagónico en las fotos y entrevistas?
Ni mencionemos las declaraciones de Jorge Volpi y Gonzalo Celorio sobre eso de que “la literatura latinoamericana ya no existe”. Lo que se ha agotado es la veta cosmopolita, de ideología neoliberal y mercantil, que cierta narrativa de las últimas dos décadas ha cultivado. Así va la derecha intelectual y su nivel de debate. Bravo.
* Investigadora y crítica cultural.