OPINIÓN | Chinn De La Cruz: "Sex education 2: lecciones maduras para amores imperfectos"
“Nada cambia si nada cambia”. Con esta frase, la segunda temporada de Sex education nos muestra la madurez de casi todos sus personajes. Empezando por el mismo Otis, quien intenta dejar de lado la consultoría en temas sexuales y que, en el desarrollo de la serie, se enfrenta a sus padres por cómo han llevado su vida sexual y también su relación parental.
Su personaje también nos sirve de espejo para ver más allá de lo que creemos que es amor. Nadie merece callar lo que siente, ni muchos menos ocultárselo a quien dice querer. Esto se presenta como un reclamo de Otis a Maeve y Ola y, aunque se ve pésimo la forma en que lo hace, dice mucho de su manera de querer.
Lo mismo pasa con los consejos que le da a Eric quien, pese al interés del francés, decide darle una oportunidad a Adam. ¿Fue una buena decisión? No se sabe, pero sí conocemos los antecedentes del hijo del director de Moordale: le daba vergüenza mostrar su amor (y nadie merece ello en cualquier relación). “Te puede dar la mano, pero no sé si te sostenga”, le dice Rahim a Eric cuando ve que su amor no es correspondido, pese a los antecedentes. Pasa en las series, pasa en la vida real.
Lo mejor que nos enseña Sex education II son las clases de sororidad. Las estudiantes que se odian por tener distintos pensamientos se unen en un solo objetivo: hacerle frente a la agresión sexual (un pervertido eyaculó sobre una de ellas en un bus). Así, Aimes, la víctima, se convierte en la ventana que evidencia esta situación por la que pasan miles de mujeres, todos los días, en nuestra sociedad. Y aquí está, quizás, la mejor lección de la serie: aprender a ser solidarios.