14/11/2019 / Exitosa Noticias / Cultural / Actualizado al 09/01/2023
Como un meteorito encendido pasa Enrique Bernales Albites por el cielo gris de Lima, dejándonos un poemario, el último de su producción, titulado Regreso a Big Sur (Bardoborde, 2019). Este joven escritor peruano, en plena ebullición, no solamente en la literatura, sino en el arte de la expresión corporal, tiene en su haber la publicación del poemario 21 poemas: Cerridwen (2003) y de la novela Los territorios ocupados (2008).
Bernales, nacido en Lima en 1975, anconero de corazón, pues esa bella bahía de Ancón, seguramente con su mar tranquilo y apacible, le dio el ímpetu en su creación literaria y lo hace encontrar la inspiración en el horizonte, esa línea imaginaria que él traspasó. Es doctor en Literatura Latinoamericana por la Universidad de Boston y actualmente es profesor asistente de la Universidad de Northern, en Colorado. Ha investigado el Perú y ha encontrado la magia de nuestras tierras, que lo hacen retornar esporádicamente para nutrirse de su país.
Hace pocos meses lo encontré en su meteórico viaje, y lucía en sus cabellos los colores de un radiante azul, eso era en su estética, pero los efluvios de su personalidad se revelan en su último poemario que me dejó: Regreso a Big Sur, un libro que nos ofrece añoranzas y realidades prendidas en el alma del autor. Dividido en tres partes ('Machu Picchu Blues', 'Ascenso al Chimborazo' y 'Big Sur'), este poemario nos regala una mente innovadora en un nivel muy alto de querer al Perú.
Aquí van unos versos que cautivan el intelecto de este joven creador: “¿Cómo se combate la tristeza / en un mundo lleno de soledad?” (del poema 'Fotografía'). “En el Intihuatana, reloj de sol / nos masturbamos para dar la hora / como dos inocentes colibríes / de montaña / para que siempre de la / estación / la piedra persevere” (sección VIII de 'Machu Picchu Blues').
Recomiendo este poemario de Enrique Bernales Alvites, de un joven en producción literaria llena de música que, aunque se aleje, sus raíces están siempre aquí en esta parte de nuestra América. Su trabajo es como una cadencia que debemos disfrutar pues rescata la herencia de los recuerdos.
Hay lugares donde uno ha nacido o vivido frente al mar, teniendo al horizonte como el fin, esa línea entre el cielo y el océano sin un más allá. Bernales abrió ese horizonte, como siempre lo pensé, y allí, Ancón querido, para los que lo hemos disfrutado tanto, esa línea del horizonte no se acaba, sino que el sol encuentra otro espacio para descansar.