05/03/2022 / Exitosa Noticias / Cultural / Actualizado al 09/01/2023
Moscú, la capital de la Federación de Rusia, se alza imponente sobre Europa del este. Sin embargo, aunque a algunos les parezca un tanto inverosímil, los orígenes remotos de Rusia, no se hallan en esta ciudad tan emblemática sino en la Rus de Kiev, compartiendo un pasado común con otro país vecino, Ucrania.
Todo se remonta a la edad media, en tiempos de la Rus de Kiev, una federación de tribus eslavas que dominó una gran parte de la estepa europea entre los siglos IX y XIII. Bajo el mando de la poderosa dinastía rúrika se pasó del paganismo eslavo al cristianismo ortodoxo en el año 987. Sin duda, fue una base fundamental para el forjamiento de una cultura común, señala un informe de la BBC.
Es en este punto donde tanto Rusia como Ucrania consideran que está su estado fundacional. Como otras naciones vecinas, los dos países tienen una herencia compartida que las une tanto como las separa. Bajo el reinado de Yarislav I el Sabio (1019-1054) es cuando la Rus de Kiev alcanzó su máximo expansión. Se extendió desde el Báltico hasta el mar Negro.
Pese a ese origen común, durante los últimos nueve siglos la experiencia de los ucranianos ha sido distinta; sus destinos fueron dictados por las distintas potencias que se repartieron el país. A mediados del siglo XIII, la federación de principados de la Rus fue conquistada por el imperio mongol.
Terminando el siglo XIV, aprovechando el declive del poder mongol, el Gran Principado de Moscú y el Gran Ducado de Lituania (que luego se unió a Polonia) se dividieron las antiguas tierras de la Rus.
En la actual Ucrania existió un Estado ucraniano cosaco. Sin embargo, en 1764, la emperatriz rusa Catalina la Grande le puso fin y procedió a adquirir grandes extensiones de las tierras ucranianas que Polonia tenía. Desde entonces se inició una política conocida como rusificación prohibió el uso y estudio del idioma ucraniano.