30/10/2021 / Exitosa Noticias / Cultural / Actualizado al 09/01/2023
El romanticismo, esa corriente literaria llegada muy tarde de Europa, nos trajo diversos modismos que se adueñaron de la elite limeña, allá por el siglo XIX, entre ellos el vals vienés, ese ritmo acompasado que requería de una gran orquesta y salones de baile amplios.
Pese a que en los albores de la independencia no se arreglaron muchos de los problemas sociales como la pobreza, discriminación y otras taras que hasta hoy arrastramos, vio emerger un ritmo que, tratando de emular a la alta sociedad, combinaba el vals vienés, la jota española, esas melodías andinas e incluso ritmos afroamericanos. Era quizá, esa conjunción de personas, de pobladores de bajos recursos que trataban de impregnarle, sin quererlo, ese sentimiento de peruanidad.
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No era raro en plena guerra con Chile que esos atisbos de música popular se mezclara con imitaciones de esos temas que se habían escuchado en grandes salones. Después de la guerra, y de vuelta a la normalidad, pese a que aún con las heridas que dejó en la población, muchos de esos pobladores que vivían en las nacientes urbes de las zonas costeras, contaban sus historias con esas canciones.
A finales del siglo XIX y a inicios del XX, ya se escuchaban canciones como la mazurca “Flor de Pasión”; “El Guardián”; “Idolatría”; y diversos géneros como pregones, danza habanera. Uno de esos famosos compositores se encuentra Alejandro Ayarza, conocido como Karamanduka, autor de “La Palizada”. Es esta canción que retrata la vida jaranera y desenfrenada de un grupo bohemio de finales del siglo XIX, creado durante la época de la Reconstrucción Nacional. Ayarza la compuso como condición para obtener su libertad.
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El nacimiento del siglo XX encontró a Lima en medio de un arduo trajín musical. Los cantantes de entonces buscaban voltear la página del viejo género vienés, ya en agonía.