29/01/2020 / Exitosa Noticias / Cultural / Actualizado al 09/01/2023
Por Héctor Ponce
Hace trece años Rafael Anselmi ofrece talleres de cuento y dramaturgia a los prisioneros en Castro-Castro, Piedras Gordas, Chorrillos y San Jorge. No recibe remuneración, no es sacerdote. Quiere que la cárcel sea un taller de escritura.
Por la mañana enseña literatura en un colegio, ahí bebemos un café. Varios subversivos, sentenciados a 25 años de cárcel por acciones y planes terroristas, han salido y saldrán tras cumplir su pena. Senderistas y emerretistas desataron una guerra, asesinaron a cerca de 70 mil peruanos y 75% fueron campesinos humildes y quechuahablantes.
Rafael no disimula las atroces torturas y violaciones de los subversivos, pero me muestra una imagen del sacerdote Hubert Lanssiers, la guarda en la billetera. En el reverso se lee: «En nombre de cierto concepto del ser humano y en nombre de Dios que se encarna en el pobre sin defensa, he encontrado lo peor y lo mejor. Ejemplos de humanidad que salvan el honor de la especie». Suena la campana del colegio, me invita a conversar esa tarde a su departamento, en Miraflores.
Mucha gente dice que los subversivos en las cárceles son un gasto improductivo y que estorban los tratados contra la pena de muerte. Pero -Rafael responde encendiendo un cigarillo- gracias a que no hay pena de muerte salieron más de 600 presos inocentes durante el gobierno de Fujimori. A nadie se le debe quitar la oportunidad de arrepentirse y los casos se revisan. Da una calada y señala al Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros que dio vida al presidente de Uruguay Pepe Mujica.
Algunos sacerdotes en la cárcel rompen el hielo a punta de lisuras, dice. Le preocupa, sí, que después de veinticinco años, hemos hecho poco para cambiar los profundos problemas del país.
Por sus actos los subversivos no despiertan solidaridad. Rafael aplasta la colilla del cigarrillo y afirma que el Instituto Nacional Penitenciario celebra el 16 de julio el día de la resocialización. Quien haya cumplido su condena, debe poder trabajar incluso en el Estado como profesor o político, dice, si no es una broma eso de que en prisión uno paga su culpa. Si los explotados son hoy desechos humanos, las cárceles son los depósitos humanos, dice: si quieres conocer un país, visita sus cárceles.
Subimos a su biblioteca. ¿Por qué decidió acompañar a estos prisioneros? No fue una decisión. Presentó, sí, proyectos al INPE, a la Defensoría del Pueblo. ¿Es religioso? Una vez el capellán de la cárcel quedó consternado cuando Rafael se identificó como un agente pastoral ateo. Cuando piensa sobre su labor descubre que es la visita de quienes no tienen visita.