15/12/2019 / Exitosa Noticias / Cultural / Actualizado al 09/01/2023
Me pasó en carne propia, pero vayamos a los antecedentes. Todos los días encontramos una o más noticias sobre el abuso de un hombre contra una mujer. Ya sea que haya empezado como acoso callejero, hostigamientos, “mobbing” o amenazas, el feminicidio sigue existiendo y generando víctimas en nuestra sociedad. Las conductas de los hombres cretinos que buscan producir terror en sus parejas para que ellas sigan con ellos deben ser penalizadas. Sin embargo, la ley, “nuestra” ley, siempre exige más pruebas. El caso es que una mujer víctima de este acoso va a la comisaría para pedir una restricción preventiva y le exigen a la agraviada que vuelva con más pruebas, que vuelva para rendir un examen psicológico, que vuelva para que pruebe que está diciendo la verdad. Claro, si todavía el cretino acosador no la ha agredido físicamente, lo podrá hacer, pero siguiendo todavía vulnerable en todo el sentido de la palabra, ya que no hay ninguna protección mientras dura el largo trámite. Por algo se han registrado por lo menos 156 casos de feminicidio en el Perú este luctuoso 2019, cifra superior a la del 2018.
¡Cuántas vidas más se pierden por esta morosidad y desconfianza hacia la víctima! Lo vemos a diario. No debe importar si eres una persona buena, si te vistes provocativamente. No debe importar si quieres tomarte un trago de más; eso no debería importar. La ley tendría que ser defensora, de manera automática y defensiva, de los derechos de la mujer, y respaldarla inmediatamente para prevenir daños mayores mientras se esclarece el caso. No se trata tampoco de que encierren al presunto acosador o agresor solo porque lo denuncian, pero sí de que las fuerzas del orden se hagan presentes como factor disuasivo para evitar hostigamiento mientras dura la investigación.
Este comportamiento machista, cobarde y acosador tiene que ser erradicado de nuestra formación tanto en nuestras casas como en nuestras instituciones. Todos somos iguales; por lo tanto, no debe existir ni el favoritismo ni la desigualdad de género. Pero recordemos que somos las mujeres las que nos encontramos por lo general en posición más vulnerable. Peleamos siempre y exigimos paridad, pues el estado debe comprometerse para que a la primera denuncia de algún hostigamiento se ampare a la mujer y pueda obtener la restricción de aquel cretino que amenaza o ha amenazado en destruir la vida de la víctima, sea literal o figurativamente. Ya basta de vivir en una sociedad donde la mujer no es protegida, ni por la policía ni por el Estado, porque sino ustedes son cómplices de los violadores, ustedes son cómplices de las agresiones perpetradas por cretinos que no deberían gozar de ningún derecho. No, por lo menos, del “derecho” de perseguir, llamar a familiares, amigos y colegas con infundios, de amenazar con ensuciar reputaciones si uno no vuelve con ellos o no quiere hablarles. Pobres hombrecitos, muy “machos” con las débiles, pero unos reverendos cobardes cuando se trata de mostrar un mínimo de dignidad. Si te dejaron, te dejaron. Piensa qué motivó esa decisión. Pero no andes por ahí causando daño y amparándote en una ley hecha a la medida de tu prepotencia. Una ley tan violadora como tu propia miseria espiritual.