OPINIÓN|Nicolás Lúcar: Fujimori y Fujimorismo 1
“Honradez, Tecnología y Trabajo” era el lema de un hijo de japoneses que, subido en un tractor, prometía gobernar el Perú con la laboriosidad y austeridad de los orientales.Programa de gobierno nunca tuvo, y el famoso día de 1990 en que debía mostrarlo a los medios, inventó una severa intoxicación por bacalao para salir del paso, esconderse y ocultar su orfandad de propuestas.Alberto Fujimori solo quería ser Presidente y lo logró. ¿Para hacer qué? Luego se vería.
No tenía un partido, ni recursos. Se enfrentaba a Mario Vargas Llosa y su aparato apabullante. El escritor, por su parte, pensaba que tenía ganada la elección y más que campaña electoral realizó una ostentosa marcha triunfal... que terminó bochornosamente. Un golpe que hirió profundamente su orgullo y le generó un inmenso resentimiento, un sentimiento de amargura del que ni el Premio Nobel logró curarlo.Con el apoyo del Apra y de la izquierda, de las Iglesias evangélicas y de todos aquellos que no querían la instalación de un gobierno neoliberal en el Perú, Fujimori ganó la elección.Nadie podía imaginar entonces que, ni bien instalado en el poder, olvidaría sus promesas electorales y pondría en práctica un programa de gobierno mal copiado, del Movimiento Libertad, es decir el programa de los que habían sido derrotados en las elecciones.
Fujimori nunca tuvo ideas propias y por lo mismo no podía construir un partido de bases sólidas, ni pretendió hacerlo.En reemplazo construyó una alianza con Vladimiro Montesinos, un abogado ladino y manipulador, apoyada en las Fuerzas Armadas, en los líderes empresariales y, en su momento, en los dueños de los principales medios de comunicación. Fue así que logró controlar todas las instituciones y todas las decisiones trascendentes del país.Cuando Fujimori llegó al gobierno, el Perú estaba en crisis. Alan García, acusado de graves delitos de corrupción, nos dejó una catástrofe económica con niveles astronómicos de hiperinflación, nos había convertido en apestados en la comunidad internacional y estábamos agobiados por el terrorismo.
Fujimori tomó severas medidas económicas para detener la hiperinflación que castigaba sobre todo a los más pobres, llevó a la práctica un programa de privatizaciones de las empresas públicas que terminó de desmontar la herencia velasquista, convocó a la inversión privada nacional y sobre todo extranjera a que trajeran su dinero prácticamente sin condiciones y reinsertó al país a la economía mundial. Para hacerlo se rodeó de un equipo de tecnócratas, muchos de los cuales venían del Movimiento Libertad, que tomaron en sus manos el proceso de privatización, controlaron los ministerios claves y en particular el de Economía.Durante su gobierno, tras un largo proceso de aprendizaje y de haber sacado las lecciones de sus propios errores, la Policía y las Fuerzas Armadas derrotaron a Sendero Luminoso y al MRTA, y sus principales líderes fueron capturados.
Eso le ganó la simpatía de la mayoría de la población. Pero aunque resulte antipático decirlo, la verdad es que la derrota de Sendero estaba en marcha más allá de quien ganara las elecciones en 1990. Su fortuna fue que ocurrió cuando él estaba en el poder.A Fujimori nunca le simpatizó la democracia. Su autoritarismo, promovido con entusiasmo por Montesinos, llevó al golpe del 5 de abril que tenía por objeto tener las manos libres para realizar las modificaciones legales que se requerían para desmontar lo existente y crear el nuevo régimen neoliberal. Todo eso sin tener que discutirlo con nadie. Luego tuvo que retroceder y convocar a un Congreso Constituyente, pero a cambio logró un nuevo marco constitucional que legitimó la reforma neoliberal pensada por otros, pero aplicada por él con mano dura.
Ahí terminó una fase y comenzó la caída. La concentración grotesca de poder, la corrupción y la incapacidad de resolver los grandes problemas nacionales hicieron crisis. Fujimori cayó por los 'vladivideos', pero con ellos o sin ellos su destino estaba trazado. El Perú había perdido el rumbo, y cuando Fujimori terminó no solo dejó un país con instituciones degradadas sino con una crisis económica que amenazaba sus propios logros.Perdió el poder, huyó a Japón, usó de sus privilegios como ciudadano de ese país, trató de ser senador allá y cuando fracasó quiso regresar pensando que su vuelta sería triunfal. Que cruzaría la frontera de Chile al Perú en medio de manifestaciones apoteósicas de respaldo. Se equivocó, volvió al Perú, pero extraditado, esposado y para ir a la cárcel. Pero aún, entonces pensó ilusamente que podía proyectarse a través de sus hijos Keiko y Kenji y volver al poder. Se volvió a equivocar y con ello solo prolongó la agonía. Pero esa es otra historia.