25/01/2019 / Exitosa Noticias / Columnistas / Actualizado al 09/01/2023
Quien está a mi izquierda es Raúl Vargas, el regente del colegio; es decir, el jefe de los auxiliares de educación. Él se encargaba, con su equipo, de controlar si llegábamos tarde o si nos escapábamos a la hora del recreo o pescaba al que fumaba a escondidas en el patio del colegio. Fueron mis épocas del Manuel Prado. Lo recuerdo con cariño. Raúl fue el personaje de mi pubertad, de la época de mis primeros escarceos amorosos en el rio de la quebrada, muy cerca del colegio. Me descubrió un día besando a Paquita y me perdonó por ser la primera vez. A cambio me hizo barrer todo el patio, al día siguiente. Así lo recuerdo a Raulito, como lo llamaba con cariño, luego que el tiempo me diera la oportunidad de tomarme unas cervezas con él, hasta abrazarlo con fuerza y decirle al oído que le agradecía por todo lo que hizo por nosotros, los muchachos de ayer. Tú eras un peligro, me dijo, sonriente, la primera vez en Lima. Eras el diablo en persona. Pero yo te hice un hombre de bien, remató. Y me contó historias que yo había olvidado como haber asustado a una profesora colocando un ratón vivo en su cartera, o cómo le malogramos una mañana dominguera al profesor de matemática, provocándole un coitus interruptus en las afueras de la ciudad, al verse descubierto por nosotros.
-Por tu culpa, Raulito, me quitaron mi diploma con el primer puesto -le reclamé 40 años después en una de nuestras reuniones. Es que eras muy travieso, me dijo, y esto fue lo que me recordó: como ya no podía conmigo, porque mis travesuras eran más grandes que su paciencia, agarró el registro de calificaciones y él mismo, de puño y letra, me puso, con tinta roja y en mayúsculas, las siglas de “muy malo” en conducta; o sea, MM. Yo que le había encargado a mi madre que vaya a la ceremonia de clausura a recoger mi libreta de notas y, de paso, recibir mi diploma por aprovechamiento, casi le ocasiono el primer infarto de su vida, cuando se enteró que su amado niño era un palomilla de siete suelas, que solo pensaba en jugar, o tomarle el pelo al compañero o enamorar a chicas detrás de la Iglesia de Puquio o por la quebrada en las afueras de la ciudad. Jalado en conducta, fui excluido entre los postulantes a diploma por aprovechamiento. Y muerto el muchacho. Recuerdo que mi madre me llamó la atención y dijo que no podía creer que el hijo de sus entrañas se sacara MM en conducta. “No, mamita. No es muy malo, sólo significa “más o menos”, recuerdo que le dije a modo de justificación. Ahora me dicen que Raulito se encuentra en una casa de reposo, descansando de nuestras mataperradas. Lo iré a ver.